En una ciudad que nunca deja de reinventar su oferta culinaria, Esca emerge como un destino sensorial que va mucho más allá de lo que sugiere su nombre. Desde que se cruza la puerta, el restaurante hace algo que pocos logran: transportarte. El suelo cubierto de piedras, las mesas de mármol, las sillas de madera y una vegetación exuberante te sumergen en una atmósfera que mezcla naturaleza y sofisticación. Aquí no solo se viene a comer, se viene a vivir una experiencia.
Más que una fusión
Aunque su cocina parte de la tradición italiana, Esca apuesta por una reinterpretación fresca, moderna y profundamente enfocada en el producto. El 70% de su menú gira en torno al mar: mariscos frescos, pescados de temporada y combinaciones inesperadas que rinden homenaje a la riqueza del océano con técnica y sensibilidad. No se trata solo de una cocina italiana; es una fusión en la que el mar es protagonista, y cada ingrediente tiene una razón de estar.

Platos que cuentan historias
Desde una esfera de parmesano acompañada por láminas de wagyu y trufa, hasta un pan bruscado servido con mantequilla, anchoas y cebollín, cada preparación en Esca está pensada para sorprender sin perder la raíz. La técnica se percibe, pero no abruma; el sabor guía la narrativa.


Y como toda gran experiencia merece un cierre memorable, el helado de vainilla hecho en casa es uno de esos postres que desafían la simplicidad.
Un escenario que se recorre con los ojos y el paladar
Esca no solo propone una cocina; propone un viaje. Uno que se camina entre piedras y mármol, se saborea con ingredientes que hablan del mar y se recuerda con esa sensación rara de haber estado justo donde debías estar. Para los que buscan algo más que una buena comida, Esca es el lugar donde el tiempo se detiene y el mar susurra con acento italiano.
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