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ROYAL ASCOT: El hipódromo más chic del mundo

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Esta semana, el corazón del verano británico late al ritmo de los cascos y la tradición: Royal Ascot inaugura su temporada con un espectáculo de poder, linajes, moda y elegancia donde la monarquía y la alta sociedad se encuentran en su máxima expresión.

Esta semana, en el tranquilo condado de Berkshire, algo cambia. El césped se recorta con precisión casi ceremonial. Las tribunas se engalanan. Los carruajes se alinean desde Windsor. El aire —templado, ligeramente húmedo, típicamente inglés— se llena de perfume caro, risas contenidas y el delicado roce de seda y tweed. Ha comenzado Royal Ascot.

Durante cinco días, este hipódromo se convierte en el corazón visible de un país que aún encuentra su espejo en los rituales. Aquí, donde la monarquía camina al compás del glamour, el Reino Unido reafirma una tradición que funde deporte, etiqueta y alta costura sin perder su esencia aristocrática.

 

Un origen con corona y estatutos reales

Todo comenzó el 11 de agosto de 1711, cuando la reina Ana, apasionada por la equitación, descubrió un terreno ideal para las carreras y organizó el primer evento. Desde entonces, Ascot ha sido inseparable de la monarquía. La Royal Procession, instaurada por Jorge IV en 1825, sigue marcando el inicio de cada jornada con una espectacular entrada de carruajes desde el Castillo de Windsor.

A lo largo de los siglos, Ascot ha sido protegido y ampliado mediante actos parlamentarios y reformas arquitectónicas. Entre 2004 y 2006 se llevó a cabo una modernización de £220 millones, que elevó su capacidad a más de 80 000 asistentes por día, sin perder ni un ápice de su identidad ceremonial.

Más que un deporte, el negocio ecuestre de la realeza

Lejos de ser solo un espectáculo social, Ascot es también el epicentro de un negocio multimillonario: el de la cría, entrenamiento y competencia de caballos de sangre pura. El thoroughbred racing mueve apuestas, patrocinios, derechos de reproducción y alianzas entre aristócratas, millonarios y casas reales.

En este universo, la reina Isabel II no fue una espectadora, sino una protagonista. Propietaria y criadora de caballos durante más de 70 años, fue reconocida internacionalmente por su ojo experto, su pasión genuina y sus múltiples triunfos. Fundó su propio haras (Royal Studs) y estaba involucrada en cada aspecto: linajes, entrenamiento, selección genética. Su yegua Estimate hizo historia al ganar la Gold Cup en 2013 —siendo el primer caballo de un monarca reinante en lograrlo.

Cada carrera era para ella un asunto serio. Estudiaba programas, seguía resultados, visitaba establos. Su reputación en el mundo ecuestre era tan sólida que entrenadores y jockeys se referían a ella como “una verdadera profesional”. En Ascot, su mirada no era la de una reina: era la de una conocedora absoluta.

 

Moda en ascenso: evolución y extravagancia

Con el paso de los años, Royal Ascot ha consolidado su estatus como la pasarela más influyente del verano británico. Si antes el énfasis estaba en el protocolo, hoy la conversación gira en torno a la reinterpretación contemporánea del estilo aristocrático. Las reglas persisten, pero con una libertad expresiva que impulsa la creatividad sin diluir el legado.

El lookbook oficial de 2024, dirigido por Daniel Fletcher, marcó un giro hacia lo andrógino y la sastrería moderna. Jumpsuits, blazers estructurados, tules arquitectónicos y sombreros escultóricos definen el nuevo canon. El dress code sigue siendo ley —mínimo 10 cm de ala, faldas a la rodilla, hombros cubiertos— pero dentro de él caben el vanguardismo y la nostalgia.

Craft the millinery: arte sobre la cabeza

El sombrero es el emblema no oficial de Ascot. Millineros como Philip Treacy, Awon Golding y Lock & Co. Hatters compiten cada año por vestir a las cabezas más fotografiadas. De las creaciones florales a las geométricas, de lo vintage al arte cinético, el hat game de Ascot es una exhibición de técnica, humor, audacia y estilo.

Awon Golding lo resume así: “Un buen sombrero para Ascot debe hacer girar cabezas, sin que te lo quieras quitar a los diez minutos”.

 

Ladies day: teatro de moda y poder

El jueves, Ladies’ Day, sigue siendo la jornada más icónica. Aquí, la moda alcanza su punto más teatral: vestidos de flores oversize, tonos sorbete, sombreros imposibles y siluetas retro se dan cita como si estuvieran coreografiadas. Es también el día de la feminidad consciente, donde la elegancia se vuelve escultura y la estética, una forma de influencia.

 

Diana, Isabel II y Kate en la memoria de Ascot

Tres mujeres han dejado huella indeleble en el estilo de Royal Ascot: la princesa Diana, la reina Isabel II y Kate Middleton. Diana de Gales, con su mezcla de inocencia y audacia, convirtió cada aparición en Ascot en un statement visual. En 1981, lució un conjunto blanco de Emanuel con sombrero al tono, irradiando juventud y clase. A lo largo de la década, sus looks evolucionaron: trajes pastel, lunares, hombreras marcadas y siluetas sobrias definieron su elegancia ochentera.

Isabel II, por su parte, fue sinónimo de coherencia. Durante más de seis décadas, eligió abrigos monocromáticos perfectamente combinados con sombreros coordinados. Sus colores vibrantes —verde menta, amarillo limón, lila— eran seleccionados para ser “visible desde lejos”, como ella misma reconoció. Con cada aparición, imponía una constancia estética que se volvió símbolo de estabilidad nacional.

Kate Middleton, ahora princesa de Gales, ha hecho de Ascot un escaparate de quiet luxury. Su aparición más célebre fue en 2019, con un vestido azul turquesa de Elie Saab en tul bordado, mangas abullonadas y sombrero a juego: romanticismo contemporáneo en estado puro. En 2022, homenajeó directamente a Diana con un vestido blanco de lunares negros de Alessandra Rich, interpretado como un gesto de continuidad y reverencia.Las tres demostraron que en Ascot, la moda no adorna: narra, representa, perdura.

Estrellas entre sombreros: las célebres invitadas de Ascot

Royal Ascot no solo ha sido escenario de la realeza británica y la nobleza europea. A lo largo de los años, el hipódromo más chic del mundo ha atraído a íconos del estilo, la aristocracia internacional y la monarquía global, que han aportado su propio sello al aura del evento.

Coco Chanel asistió en los años veinte, cuando Londres era epicentro de elegancia para la alta sociedad continental. Con sombrero masculino y un traje de corte recto, fue una de las primeras en reinterpretar el dress code británico con la audacia francesa que la caracterizaba.

María Félix, la gran diva del cine mexicano, también fue visitante distinguida de Ascot. Dueña de su propia cuadrilla de caballos pura sangre, María no solo asistía como espectadora: conocía el mundo ecuestre desde dentro. Vestida de Alta Costura parisina, con guantes de cuero y joyas espectaculares, su sola presencia evocaba nobleza. En Ascot, fue tan imponente como cualquier reina.

Entre las presencias reales que han embellecido Ascot figuran la reina Máxima de los Países Bajos, célebre por su magnetismo y su dominio del color; la princesa Mary de Dinamarca, cuyos estilismos refinados la han posicionado como una de las royal más elegantes del continente; y la emperatriz Farah Diba de Irán, cuya aparición en los años sesenta, envuelta en siluetas Dior y joyas persas, marcó un momento de sofisticación oriental inolvidable.

Del lado británico, el desfile aristocrático ha sido constante. Figuras como Lady Helen Taylor, Lady Gabriella Windsor, Lady Kitty Spencer y Elizabeth Hurley —emblema del glamour inglés contemporáneo— han interpretado la tradición con su propio sello. Porque si algo distingue a Royal Ascot, es que no todos los invitados están en la pista… pero muchos, sin decir una palabra, roban el espectáculo.

Royal Ascot no es solo un evento. Es un espejo, un tablero, un escenario donde Inglaterra se celebra y se reinventa. A través del galope de sus caballos, el roce del lino, el susurro de los sombreros y la mirada de sus reyes, se articula un poder que no necesita gritar. Un poder que camina, con paso firme, entre siglos.

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