En los últimos meses mi vida cambió radicalmente, como le sucede a mucha gente, y lo mejor o peor de dicha situación, es que el cambio es constante; es un camino sin final que nos reta y nos invita a volver a comenzar.
Es la vida misma que en ocasiones resulta tan cíclica, tan llena de finales y comienzos, de partidas y llegadas, y de esos momentos que parecen ser el fin de todo, pero son solo un nuevo comienzo.
Un camino sin final que nos reta y nos invita a volver a comenzar”.
A mis 30, creía entender la vida y saber que son etapas que inician y culminan, sin embargo, cada tanto me sorprenden; he ahí el encanto de la vida, pues contrario a lo que creía, resulta que no es tan cíclica y todo nuevo comienzo es una oportunidad para cambiar, para hacer algo distinto, para lograr que -esta vez- nuestros sueños se hagan realidad; la oportunidad es un lienzo en blanco esperando a ser pintado, es nuestra próxima gran historia esperando a ser contada. Cambiar es crecer y crecer no es traicionarse, y siempre que tengamos el tiempo y la oportunidad no podemos negarnos al cambio.
La oportunidad es un lienzo en blanco esperando a ser pintado, es nuestra próxima gran historia esperando a ser contada”.
Un nuevo trabajo, una nueva rutina, un nuevo hogar, una nueva dinámica de amistad o familiar, o simplemente un nuevo día. En todo momento se presenta la oportunidad de cambiar. Sin embargo, ese cambio lo merecen y lo viven todos, pues así como nosotros, también la gente cercana crece y cambia, y hay que aceptarlo. Y aunque en ocasiones, ese cambio mutuo nos acerca o nos aleja de los otros, es válido que cada quien lo viva a su manera y tome su rumbo.
No lo voy a negar, el cambio a veces duele, pero al final se agradece. Cambiar no es olvidar ni traicionar lo que fuimos tiempo atrás, simplemente es aceptar que hay nuevos caminos por andar e historias por contar.
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