El proyecto de Ramiro González Luna fue una de esas cosas que me encontré de manera fortuita, sin planearlo. El ceramista de medio tiempo llegó con toda su espontaneidad, y anonimato, a la escena del arte en México y es ahora uno de los conceptos que a mi parecer más están revolucionando y dando de qué hablar, no solo en nuestro país. Esto es Part Time Ceramist, la pasión de Ramiro, y su más reciente colaboración con Cerámica Suro.
Part-Time Ceramist es el seudónimo bajo el cual Ramiro comenzó a trabajar en cerámica durante la pandemia. Antes de eso, Ramiro había soñado con crear su propio proyecto artístico, incentivado por su experiencia en galerías y su amor por el mundo del arte , pero no quería que este proyecto llevara su nombre personal. El Part-Time Ceramist le permitió crear un espacio en el que podía explorar la cerámica y su faceta artística sin asociarlo directamente con su nombre y su persona. Con el tiempo, estos dos aspectos de su vida fueron intercalándose. Lo importante para él era, a través de la cerámica, encontrar un lenguaje visual único y personal.
¿Qué representa la cerámica para ti como medio?
En los últimos años me he sumergido en la investigación de la cerámica, un material que ha existido durante miles de años en diversas culturas. La cerámica, al ser un arte utilitario, como en el caso de una vasija que se usaba para cargar agua, siempre ha hablado de la vida cotidiana. Esto es la antítesis de las esculturas de mármol o lienzos, que tradicionalmente representaban a las clases altas.
Me considero un apasionado de la historia del arte, y entender la cerámica en ese contexto es fundamental para mí. Quiero resaltar que este material sigue cumpliendo el mismo propósito que ha tenido por siglos, y es una oportunidad para hablar sobre el presente a través de un medio tan antiguo.
¿Cómo lograste traducir una afición hacia una práctica artística?
Mi proceso artístico ha sido gradual. Uno de los pasos más importantes fue montar mi propio estudio, ya que antes trabajaba en otros estudios, lo que complicaba la experimentación y el uso de hornos. Tener mi propio espacio, con horno, esmaltes y laminadora, me dio libertad creativa. Otro momento clave fue hacer una residencia en Cerámica Suro, un lugar del que había escuchado toda mi vida, especialmente porque mi familia es de Guadalajara. Mi abuela tenía vajillas de Cerámica Suro, así que crecer con esa referencia lo hacía aún más especial. Además, trabajando en Travesía Cuatro, una galería con sede en Guadalajara, siempre sentí su presencia en los eventos y la producción artística.
¿Cómo fue tu primer acercamiento con Cerámica Suro y qué aspectos de tu personalidad has conocido a raíz de esta?
Mi acercamiento a Cerámica Suro fue bastante orgánico. El año pasado, cuando estaba en conversaciones para realizar una exposición individual, comenté que quería hacer piezas más grandes. Fue entonces cuando me invitaron a realizar una residencia. Pensé que habría que pasar por un largo proceso de aplicación, pero todo fue más sencillo: solo tuve que fijar la fecha.
Aprendí mucho en esa residencia, no solo sobre cerámica, sino también sobre el funcionamiento de una fábrica. Pasé de trabajar en mi horno personal de 80×80 cm a usar hornos del tamaño de una sala de juntas. También tuve acceso a un laboratorio especializado en esmaltes y otros tipos de cerámicas. Fue fascinante ver cómo todo funciona en conjunto, desde los expertos en color hasta los encargados de moldes. La experiencia de trabajar en una fábrica me enseñó a coordinar múltiples elementos al mismo tiempo. En una fábrica, todos deben colaborar para lograr un objetivo común, lo que fue un gran aprendizaje para mí. Además, la residencia en Cerámica Suro tiene un enfoque autodidacta. Aunque ya tenía una idea clara de mi proyecto, me permitió experimentar y trabajar de manera más intensa, dedicando jornadas completas de ocho horas. Descubrí que cuanto más producía, más ideas se me ocurrían.
¿Qué significa para ti poder crear de la mano de uno de los ceramistas más importantes del país?
Esta residencia me ayudó a estructurar mi proceso creativo. En mi estudio solía trabajar de manera más intuitiva, pero aquí aprendí a planificar cada etapa, desde el secado de las piezas hasta la organización del calendario de quemas. Esta planificación me permitió concentrarme más y desarrollar una nueva línea de trabajo que tenía en mente desde hace tiempo.
¿Qué le depara el futuro a Part Time Ceramist y a Ramiro como creativo mexicano?
En cuanto a mi obra futura, creo que estas nuevas piezas que estoy creando representan un avance significativo. Para esta nueva serie, quise traer a la mesa mi bagaje en historia del arte. Durante mi investigación, descubrí que muchos historiadores consideran la primera obra de arte conceptual como la fuente de Duchamp, una pieza de cerámica industrializada que dio origen al ready-made. A pesar de su importancia, la cerámica no ha tenido un gran protagonismo en muchos movimientos artísticos.
En este proyecto, reflexiono sobre el ready-made y la idea de tomar objetos industrializados y proponerlos como arte. He reproducido algunas piezas icónicas del siglo XX y las he reinterpretado desde el trabajo manual, lo que cambia su significado. El acto de producir manualmente contrasta con la idea de los ready-mades, y creo que es una conversación interesante para tener en mi obra.
Además, otro enfoque importante que tuve fue sobre las narrativas del Sur Global, que exploran cómo, en lugar de líneas geométricas perfectas, a veces las formas se desvían. Esto desafía la industrialización y abre nuevos diálogos. También lo abordo desde una perspectiva antropológica, imaginando cómo un extraterrestre que encontrara el urinal de Duchamp no entendería su valor artístico. Así que, al crear piezas manuales con irregularidades, se vuelve más evidente ese esfuerzo humano. Este proyecto marca un antes y un después en mi exploración artística y en la dirección que quiero darle a mi trabajo en el futuro.
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