Cuando me dijeron que pronto tendría una entrevista con el undécimo Conde de Creixel, presidente de Marqués de Murrieta, la primera imagen que me vino a la cabeza fue la de un hombre serio y reservado. Sin embargo, al cruzar las puertas del lugar, me encontré con todo lo contrario, con alguien que irradiaba carisma y cercanía.
Infancia
Vicente Dalmau pasó su infancia entre Madrid y Galicia. Nació en Madrid, donde su padre era madrileño y su madre gallega. Desde pequeño, siempre tuvo una fuerte relación con el mundo del vino en Galicia, ya que su familia era dueña de un pazo con viñedos de uva albariño. Mientras que en Madrid no tuvo contacto con la producción de vino, asocia la ciudad con el consumo de grandes etiquetas en entornos exclusivos.

Equilibrio entre campo y ciudad
Madrid le aportó un entorno cosmopolita y dinámico, mientras que Galicia representa tranquilidad y raíces. Su vida se ha convertido en un constante movimiento entre ambos mundos. Aunque también viaja regularmente a Rioja, donde posee otra gran bodega, siempre busca el equilibrio perfecto entre la modernidad de la ciudad y la serenidad del campo.
Debido a su responsabilidad en la expansión y supervisión de su negocio en más de 100 países, su vida está marcada por los viajes constantes. Aunque cuenta con un gran equipo, la presencia del dueño sigue siendo indispensable en ciertos mercados, como en México, donde recientemente ha realizado cambios importantes.
Trayectoria en el mundo del vino
Su familia se trasladó a la finca Ygay en Rioja cuando su padre, Vicente Cebrián Sagarriga, tomó las riendas de la bodega en 1983. El empresario sentó las bases de la renovación de la bodega y, como Vicente dice, el papel de su padre fue determinante: le impuso la responsabilidad de la bodega y, aunque al principio no fue su elección, hoy reconoce que esa imposición le permitió encontrar su pasión. Tras la repentina y temprana muerte de su padre en 1996, junto con su hermana Cristina, asumió la dirección del negocio con el compromiso de honrar su legado. Su interés no solo está en el vino, sino también en el mundo del lujo y la excelencia.

Innovación y tradición
Una de las principales misiones de Vicente como presidente ha sido modernizar la bodega sin perder su esencia. Con casi 175 años de historia, han trabajado para actualizar los vinos sin alterar su identidad. Su filosofía se centra en la evolución más que en las modas pasajeras, asegurando que la bodega mantenga su prestigio y raíces.
Este esfuerzo ha sido reconocido a nivel mundial, logrando que su vino Castillo Ygay sea elegido como el mejor vino del mundo y que su bodega sea reconocida como la mejor del mundo por The Seven Wine Capitals. Su trabajo ha sido clave para equilibrar la tradición con la innovación, consolidando su posición en la industria vinícola.

El futuro del vino
En un mundo donde el consumo de vino está en constante transformación, hay una tendencia clara: los microproyectos y la producción de vinos de alta calidad están en auge. Se prioriza la excelencia y la personalidad de cada etiqueta sobre las macroproducciones. La industria está evolucionando hacia propuestas más artesanales, donde cada botella cuenta una historia y transmite alma.
El reto del consumo y la cultura del vino
Uno de los mayores desafíos actuales es la disminución del consumo de vino entre las nuevas generaciones, especialmente en su segmento más económico. Sin embargo, el mercado del vino premium sigue en crecimiento, ya que se alinea con la filosofía de bienestar y calidad de vida.
Para Vicente, es crucial desvincular el vino del simple concepto de alcohol y enmarcarlo dentro de la gastronomía, el arte y la cultura. Un consumo responsable y moderado permite disfrutar de su esencia y sus maridajes, enriqueciendo la experiencia culinaria sin excesos.

La conquista de nuevas generaciones
Uno de los grandes retos del sector es atraer a los jóvenes al mundo del vino. Para ello, es fundamental desmitificar su complejidad y posicionarlo como una opción sofisticada y accesible. La clave está en adoptar un lenguaje más sencillo y flexible, eliminando el miedo a “no saber de vinos” y promoviendo la libertad de elección. Se trata de disfrutar sin reglas estrictas: si alguien quiere agregar hielo a su copa de blanco, que lo haga. La felicidad es lo que importa.
Innovación y proyectos de vanguardia
En la bodega Marqués de Murrieta, la innovación y la tradición van de la mano. Recientemente, han inaugurado una de las bodegas más modernas de Europa en Rioja, con tecnología de última generación. Además, en Madrid han abierto Casa Murrieta, un espacio exclusivo para clientes, con salas de cata y gastronomía de primer nivel.
Próximamente, la bodega expandirá su propuesta enoturística con la creación de un hotel boutique en Rioja, con 15 a 20 habitaciones de lujo. También transformarán su bodega en Galicia para potenciar su producción y experiencia de visita.

El legado
Para los grandes productores de vino, la clave es entender que su papel es ser un eslabón dentro de una historia mucho mayor. El verdadero dueño de una bodega es el vino, y su evolución debe ser guiada con respeto y paciencia.
El vino es un ser vivo que cambia con el tiempo y con quien mejor se lleva es con una familia que lo cuide, no con una cuenta de resultados. La pasión, la humildad y la constancia son esenciales para aquellos jóvenes que buscan incursionar en este fascinante mundo, donde la amistad y la comunicación surgen espontáneamente alrededor de una copa.
El futuro del vino está en manos de quienes sepan combinar tradición con innovación, atrayendo nuevas generaciones y manteniendo la esencia de una industria que es, ante todo, cultura y pasión.
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