El Ennea era justo lo que necesitaba el destino, un club de playa privado con un insuperable ambiente frente al mar de Playa Delfines.
Una de las grandes novedades en hospitality que tiene Cancún es el Hyatt Vivid Grand Island.

El resort, ubicado entre la laguna Nichupté y el mar Caribe, se ha posicionado como uno de los mejores all inclusive del destino por su personalidad enfocada en la generación Z.
Y, como parte de esa personalidad que distingue a la marca Vivid del Hyatt, uno de sus mejores amenities es el Ennea Grand Island Beach Club.

Al beach club, que está a 10 minutos del hotel, tienen acceso los huéspedes, pues de lo contrario el day pass tiene un costo de alrededor de 3 mil pesos por persona y solo se consigue con reservación previa.
Y me encantó. El Ennea era justo lo que necesitaba Cancún: un beach club exclusivo, elegante, con una atención insuperable y los mejores drinks que he probado en un club de playa.

Pero, lo que más tengo que destacar es su playa. En Playa Delfines no hay sargazo, el agua y la arena son divinas y el diseño de exteriores no hace más que contribuir a ese estado de relajación que todos queremos conseguir al descansar en la playa.
Las good vibes del lugar se sienten por todos lados del beach club. Así que si buscas una experiencia de lujo frente al mar en un club de playa privado y exclusivo para adultos, con un restaurante gourmet a la carta y barra libre internacional, este es el lugar.

El nuevo Hyatt Vivid Grand Island que no te puedes perder
Como me quedé en el Hyatt Vivid Grand Island tuve acceso preferencial al Ennea, un hotel que va de la mano con las características de su beach club. Aquí el carefree dining es uno de sus enfoques, pues ofrece un acceso ilimitado a opciones gastronómicas gourmet a la carta sin necesidad de reservar y algunas están incluso disponibles las 24 horas.
A cualquiera que no busque el típico hotel all inclusive cuyas habitaciones más bien parecen oficinas, el Hyatt Vivid tiene suites de inspiración maya en tonos neutros y un estilo bohemio. Como parte de esa informalidad cool del lugar, tiene estaciones de comida para llevar y no hay códigos de vestimenta estrictos en los restaurantes.

Y, como el wellness es otro de los pilares de su ADN, hay clases de yoga, meditación con sonido, spinning acuático, jump fitness y muchos más.
Además, ofrece un montón de actividades que nunca he visto en otro resort. Por ejemplo, las clases de cerámica, Sip & Paint y la ceremonia del cacao, clases de cocteles, lecturas de cartas del tarot, clases de repostería, noches de karaoke y muchísimas más.

Mi recomendación en cuanto a su gastronomía es que no se pierdan de ir a cenar a Oishii, el restaurante japonés en el rooftop, aunque al estar ahí tendrán acceso a 10 restaurantes y seis bares.
Si eres más de estar en la piscina, en este hotel hay tres, una de ellas en la azotea, la más larga de todo Cancún, desde donde ver el atardecer es espectacular.
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