Anna Wintour es uno de los íconos de moda más conocidos e influyentes de nuestra generación. Conocida por cambiar el rumbo de la revista Vogue U.S desde que fue contratada para ser editora en jefe en 1988, su llegada marcó un cambio importante en el estilo editorial de la revista, convirtiéndola en una de las figuras más influyentes, sino es que la más, del mundo de la moda.
Sin embargo, antes de que Anna hiciera historia, hubo otras mujeres que allanaron el camino. Una de ellas, quizá la más fascinante de todas, fue Diana Vreeland. Una editora visionaria cuyo legado sigue siendo fundamental, aunque no siempre reciba el reconocimiento popular que merece.

WHY DON´T YOU?
Hablar de Diana Vreeland es hablar de alguien que veía la moda como nadie. No le interesaba lo que ya estaba hecho, sino lo que podía imaginarse. Nació en París, creció en Nueva York y tenía una mirada que convertía lo ordinario en extraordinario.
Comenzó su carrera en los años 30 escribiendo una columna irreverente para Harper’s Bazaar llamada “Why Don’t You?”, donde lanzaba sugerencias tan extravagantes como interesantes: “¿Por qué no te vistes de rojo de pies a cabeza?” o “¿Por qué no lavas el pelo de tu hijo rubio con champaña?”.

DE HARPER’S BAZAAR A VOGUE
En 1963 llegó a Vogue, y ahí se desató por completo. Como editora en jefe, Diana cambió la manera en la que se hablaba de moda. Le dio la bienvenida a lo inesperado, a lo teatral, a lo exótico. Para ella, la belleza no era lo perfecto, sino lo distinto. Descubrió modelos, impulsó carreras (como la de Lauren Hutton o Anjelica Huston), apostó por fotógrafos vanguardistas y convirtió cada editorial en una fantasía visual.
No buscaba mostrar ropa bonita. Quería contar historias. Y lo logró.

MÁS ALLÁ DEL MUNDO EDITORIAL
Tras su salida de Vogue en 1971, Diana se convirtió en consultora del Instituto del Vestido del MET en Nueva York. Allí fue responsable de algunas de las exhibiciones más espectaculares y teatrales que el museo haya presentado, elevando la moda al rango de patrimonio cultural. Como ella sabía hacer mejor que nadie, convirtió las prendas en historias, y los museos en pasarelas del tiempo. Fue por ella que la moda empezó a ser reconocida por el público como una forma de arte.

SU LEGADO OMNIPRESENTE
Aunque hoy no sea un nombre tan viral como Anna Wintour, Diana Vreeland está en el ADN de todo lo que vino después. Su capacidad para anticipar lo que vendría, para celebrar lo diferente y para transformar la moda en una narrativa sensorial sigue inspirando a generaciones de editores, diseñadores, fotógrafos y creativos.
Fue Diana quien dijo: “No se trata del vestido que llevas, sino de la vida que llevas con él” Y también: “No debes haber nacido hermosa para ser tremendamente atractiva” Frases que hoy, décadas después, siguen circulando en redes, en editoriales, en la mente de cualquiera que entiende que vestirse también es una forma de contar quién eres.

Diana Vreeland para mi es una figura de empoderamiento femenino, de originalidad y “fearlessness” que en su época era novedad ver en una mujer. Mi reflexión, inspirandome en ella, es que el estilo es y seguirá siendo mucho más que ropa: es actitud, imaginación, riesgo.
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