Hacer ejercicio siempre ha sido una de mis mayores prioridades, en especial después de la pandemia. Más allá de los beneficios físicos, se ha convertido en una manera de despejar mi mente y conectar conmigo misma a un nivel más profundo. Sin embargo, ser constante no es nada fácil, y uno de los consejos más repetidos, y que realmente marca una diferencia, es encontrar un deporte o actividad que disfrutes para que la constancia fluya con naturalidad.

En mi caso, esa actividad es el Lagree. Lo descubrí hace como dos años, y desde entonces se ha convertido en mi forma favorita de ejercitarme: retadora, dinámica, de bajo impacto pero alta intensidad, donde en todo momento la conciencia corporal es el personaje principal.
En la Ciudad de México no hay muchos estudios dedicados al Lagree, así que cuando me enteré de la apertura de uno nuevo, no lo dudé ni un segundo y fui a probarlo. Se trata de MINDFORM, un estudio que no solo se enfoca en el entrenamiento físico, sino que también integra el wellness como parte esencial de la experiencia. Es un espacio pionero en su tipo; no conozco otro lugar que combine de forma tan orgánica el ejercicio con terapias de recuperación como la Crioterapia y el Iyashi Dôme. Otro aspecto que distingue a este estudio de los demás que he conocido es el uso de uno de los modelos más recientes de Megaformer, cuya tecnología lo hace sumamente cómodo para la práctica.

Desde el momento en que entré, el lugar me transmitió una vibra súper cuidada y estética. Ubicado en Prado Norte, todo está diseñado al detalle: iluminación tenue, espacios minimalistas y un ambiente que te hace sentir en calma, pero a la vez motivada para darlo todo. La clase fue intensa y desafiante, como debe ser en Lagree, pero al mismo tiempo me sentí súper acompañada por las indicaciones precisas de la coach y el ritmo controlado de cada movimiento. Salí sudando, temblando y con la sensación deliciosa de haber trabajado todo el cuerpo.

Después de la clase, probé las dos terapias que ofrece MINDFORM. Empecé con la crioterapia, una cabina de frío que al principio impone, pero que en segundos te despierta y revitaliza por completo. Este tipo de terapia funciona exponiendo el cuerpo a temperaturas extremadamente bajas durante 3-5 minutos, haciendo que reaccione mediante un proceso de vasoconstricción: los vasos sanguíneos se contraen para proteger los órganos vitales, reduciendo el flujo sanguíneo hacia las áreas externas. Luego, el cuerpo responde con una vasodilatación, aumentando el flujo de sangre, oxígeno y nutrientes hacia los músculos y tejidos, lo cual ayuda en la recuperación.
Dentro de la cabina parece que el tiempo LITERALMENTE se congela, la temperatura es tan extrema que cada segundo se siente eterno. Pero lo que hace que la experiencia sea mucho más llevadera (y hasta disfrutable) es que, durante esos minutos helados, te ponen audífonos con tu canción favorita. Ese detalle cambia todo: de pronto, estás bailando mentalmente mientras tu cuerpo se activa y se recarga a otro nivel. La sensación post-cryo fue de claridad mental y ligereza en el cuerpo.

Luego pasé a la terapia Iyashi Dôme, que se sintió como un cálido abrazo: relajante y perfecta para cerrar el circuito. Si tuviera que compararla con alguna otra experiencia, sería como entrar a un sauna o recostarte en un camastro frente al mar, sintiendo cómo el sol acaricia tu piel. Sentí cómo mi cuerpo se desinflamaba, como si todo se reiniciara desde adentro.
Esta terapia se realiza con el Iyashi Dôme, un dispositivo patentado que combina alta tecnología japonesa con tradiciones antiguas, diseñado para el bienestar, la estética y la salud. Utiliza rayos infrarrojos largos que ayudan a desintoxicar metales pesados, favorecer la pérdida de peso, mejorar el sueño, rejuvenecer la piel y apoyar la recuperación muscular. Literalmente sentí cómo cada célula de mi cuerpo se renovaba.

Y bueno, no pudo haber mejor forma de cerrar la experiencia que con un shake de proteína del shake bar del estudio. Tienen un amplio menú de bebidas, hechas con ingredientes naturales, sin gluten y sin azúcar, pensadas para nutrir tu cuerpo. Yo elegí la Golden Almond Blast, que cumplió con todas mis expectativas y después de tanta relajación me proporcionó con la suficiente energía para seguir con mi día.
Esa noche dormí como nunca. Literalmente sentí que había liberado toxinas, tensiones y pensamientos acumulados. Fue una experiencia tan completa que no solo entrené el cuerpo, también descansé la mente y recargué el alma. Honestamente, nunca, nunca, nunca había ido a un estudio tan completo y que me gustara tanto, y creanme que he ido a bastantes.

MINDFORM es un verdadero oasis de wellness y restauración que te cambia la vida, o al menos, la forma en la que la vives. Una experiencia que, sin duda, repetiré y necesitas probar.
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