Hay proyectos que nacen de una idea, otros de una búsqueda estética, y algunos nacen de una herida que se transforma en sentido. Huakal pertenece a esa última categoría.
Detrás de la marca está Annette, una mujer que entendió que la artesanía mexicana no necesita ser rescatada, sino reconocida. Que el valor no está solo en la pieza terminada, sino en las historias que la preceden: las manos que aprendieron de un abuelo, las técnicas que se repiten desde hace generaciones, las vidas que dependen de que ese conocimiento no se pierda.
Desde la fundación Kalimori, dedicada a brindar oportunidades y acompañamiento a jóvenes con discapacidad, hasta la construcción de una empresa que colabora con artesanos de todo el país. Su trabajo es, antes que nada, una apuesta por la dignidad, la continuidad y la comunidad.

¿En qué momento supiste que querías trabajar con artesanía y elevarla a otro nivel?
No fue algo planeado. No empecé diciendo: “quiero hacer un proyecto que represente algo importante”. Más bien, surgió de observar cómo la artesanía en México, pese a su enorme valor cultural, muchas veces se encuentra literalmente en el suelo. Una periodista una vez me dijo: “Ya es hora de levantar la artesanía del suelo”, y yo pensé: es verdad. Si conoces las historias detrás de cada pieza, la herencia, la tradición, los saberes que pasan de abuelos a padres y a hijos, entonces entiendes que no es una compra, es una continuidad de la vida de alguien.
Pero mucha gente no lo sabe, no lo ve, no lo vive. En los mercados, cuando regatean, están regateando horas de trabajo, memoria y linaje. Por eso, cuando alguien me dice “está muy caro”, yo respondo: déjame contarte la historia primero.
El proyecto surge, en realidad, de mi búsqueda por generar una economía sustentable para Kalimori, la fundación que desarrollamos para apoyar a jóvenes con discapacidad. Y en ese camino encontré un universo: el verdadero México. Uno lleno de manos que crean belleza con paciencia, orgullo y amor. Cuando ves sus piezas, entiendes que no puedes permitir que eso se pierda.
¿Cómo trabajan las colaboraciones con los artesanos?
Con tiempo y con confianza. No puedes llegar imponiendo. Se trata de unirnos, de escuchar, de valorar lo que cada uno aporta. Hemos colaborado con artistas y diseñadores de distintos ámbitos porque eso posiciona la artesanía en un nuevo lugar. Cuando alguien entra a la tienda y ve una piña vidriada junto a una mesa moderna, cambia su manera de mirar.
México está evolucionando en cómo presenta la artesanía. Cada vez hay más espacios. Pero el secreto está en algo que casi nadie ve: la logística. Saber mover las piezas, cuidarlas, transportarlas. Eso es lo que hace que podamos abrir mercados internacionales. En España, al principio me decían que esto no iba a durar. Y aquí estamos, exportando, abriendo puertas y demostrando que sí se puede.
¿Cuál ha sido el mayor reto?
Las personas. No los proyectos, no la operación: las relaciones humanas. Querer cambiar vidas implica tiempo, paciencia y mucha empatía. Los artesanos han sido lastimados muchas veces. Les han prometido cosas que no se cumplen. Así que primero hay que ganarse su confianza.
Hoy, cuando llego a una feria y alguien dice “Ah, viene Huakal”, siento orgullo. No por fama, sino porque hemos construido confianza y respeto.
¿Qué significa “Huakal”?
Proviene del maya: Waa significa “unir” y kal significa “voces”. Es uniendo voces. Cada pieza tiene una historia, una mano, un linaje. Puedo decirte quién hizo cada pieza que ves. No compramos por catálogo: conocemos a los artesanos. Eso, para mí, es un honor.
¿Qué te han enseñado los artesanos?
A recordar lo importante: la vida es sencilla. Su bienestar no depende de lujos, sino de tener techo, alimento y la posibilidad de educar a sus hijos. Ellos trabajan con orgullo, con sentido de legado. Y yo admiro profundamente eso.
¿Qué te gustaría que alguien sintiera al tener una pieza de Huakal?
Orgullo. Que puedan decir: “esto es México”. Que entiendan que no necesitamos mirar afuera para encontrar belleza. Que cada pieza sea un recordatorio de raíces, de historia, de memoria.
¿Qué consejo te ha acompañado en este camino?
Mi madre siempre me dijo: “haz lo que quieras en la vida, pero termina lo que empiezas”. Y lo cumplo. No me meto en algo que no pueda llevar hasta el final.
¿Cómo defines el éxito?
Como la satisfacción de estar en paz con quien eres y lo que has hecho. No es felicidad constante; es plenitud. Yo me voy a dormir con ganas de despertar al día siguiente. Estoy donde tengo que estar. Y eso se lo debo a mi hija. Ella me enseñó que no controlamos nada, que la vida nos lleva donde debemos ir. Ese es mi éxito: vivir con propósito.
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