El poder del espacio: cómo el diseño transforma nuestra forma de vivir
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El poder del espacio: cómo el diseño transforma nuestra forma de vivir

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Convertir una idea en una empresa que hoy transforma la forma en que vivimos en los espacios no fue un camino sencillo. Juan Carlos Baumgartner comenzó con la convicción de que el diseño debía ir más allá de la estética, y con esa visión fundó Space. Hoy, tras 25 años de trabajo, ha logrado posicionar su despacho como un referente de innovación, integrando ciencia, creatividad y estrategia para mejorar la vida de las personas a través del diseño.

El poder del espacio: cómo el diseño transforma nuestra forma de vivir

¿Cómo decidiste que te querías dedicar a la arquitectura?

Desde muy chico tuve la ventaja de saber que quería ser arquitecto. No fue tanto una decisión racional, sino más bien una vocación. Alrededor de los 15 años participé en una feria de ciencias. Para ese proyecto construí una maqueta de una casa, algo que hoy podría considerarse una “casa inteligente”.

Mi papá, que es ingeniero, nos regalaba portafolios llenos de circuitos y piezas para armar cosas: radios, alarmas, dispositivos con celdas solares. Un día decidí desarmar ese portafolio y usarlo en mi maqueta. Construí una casa con puertas que se abrían al pisar un tapete, luces automáticas y energía solar. Mi papá casi se infarta cuando vio lo que hice, pero terminé ganando el primer lugar. Esa experiencia me dejó clarísimo que lo que me apasionaba era crear espacios.

¿Cómo fue el momento en que decidiste abrir tu propia firma?

Muy joven, incluso antes de graduarme, gané un concurso en Europa y tuve oportunidades de trabajo en Estados Unidos. Tres firmas me invitaron a entrevistas: una en Nueva York y dos en Chicago. Terminé trabajando con una firma en Chicago especializada en interiorismo, algo que en México no existía.

Años después, sentía que el despacho tradicional no respondía a lo que yo imaginaba como el futuro de la arquitectura. Algunas de mis ideas eran escuchadas, otras no, así que decidí que la única forma de hacerlo como lo soñaba era independizándome. Me asocié con dos directores de la firma y abrimos operaciones en Estados Unidos. Para el año 2000 vi que había un mercado muy interesante en México, así que regresé y abrí la oficina aquí.

¿Qué retos enfrentaste al abrir en México?

El principal fue que, en esa época, era muy raro que un cliente pagara solo por diseño. La mayoría de los arquitectos diseñaban y construían; el diseño se consideraba casi un extra. Muchos clientes me preguntaban si podía diseñar gratis a cambio de la obra. Fue un proceso de “picar piedra” y de ir construyendo el valor del diseño como servicio independiente.

¿Qué reto fue el que más te enseñó como emprendedor?

Sin duda, la crisis inmobiliaria de 2008. En ese entonces solo hacíamos diseño corporativo, y el corporativo es el primer sector que se detiene en tiempos de crisis. Estuvimos muy cerca de quebrar. En lugar de frenar, decidimos invertir: contratamos talento, desarrollamos metodologías, apostamos por tecnología. Cuando el mercado se recuperó, estábamos muy bien posicionados y crecimos muchísimo.

Lo mismo nos pasó en la pandemia: otra vez se detuvo el sector corporativo, y aplicamos las lecciones aprendidas. Contratamos talento disponible, invertimos en capacitación y hasta escribí un libro. Fue un proceso largo y complejo, pero nuevamente salimos fortalecidos y listos para el “rebote” del mercado.

¿Cómo fue la transición de enfocarte en corporativo a abrirte a otras áreas?

Nuestra primera gran expansión fue hacia el sector educativo. Desde hace casi 20 años hemos investigado cómo el espacio afecta el comportamiento humano, trabajando con laboratorios de neurociencia y desarrollando lo que hoy conocemos como neuroarquitectura. Queremos cambiar la vida de las personas a través del diseño, de forma trascendente y sustentada en evidencia científica.

Eso nos abrió las puertas de proyectos educativos, de hospitalidad y de diseño urbano. Hoy vemos la arquitectura como una herramienta de bienestar, no solo como el diseño de un lugar bonito.

¿Qué valores guían tu trabajo?

Creemos que el espacio no es solo un contenedor: es una extensión de la mente humana. La ciencia ha demostrado que el cerebro se “extiende” en tres niveles: el cuerpo, las relaciones sociales y las herramientas/espacios. Si un espacio influye en cómo piensas, sientes y actúas, diseñarlo bien es una gran responsabilidad. No solo buscamos funcionalidad o estética: buscamos literalmente mejorar la vida de quienes lo habitan.

¿Cómo mantienes tu motivación y la de tu equipo?

Soy un apasionado de aprender. Leo mucho, asisto y doy conferencias, y siempre busco traer nuevo conocimiento al despacho. Tenemos un club de lectura, financiamos cursos e iniciativas personales de los colaboradores, aunque no estén directamente relacionadas con arquitectura, porque creemos que un mejor ser humano es también un mejor arquitecto.

¿Cuál ha sido el mejor consejo que has recibido?

Más que un consejo, es un principio de la neurociencia: el enfoque. Igual que el ojo solo puede enfocar un 3–5% de lo que ve, la mente tiene una capacidad muy limitada para enfocar. Y aquello en lo que pones tu atención determina tus emociones, tu estado mental y, en consecuencia, tus resultados.

Siempre le digo a mis hijos que corren karts: si en una curva ves un árbol, nunca te enfoques en el árbol, porque acabarás chocando contra él. Concéntrate en el camino, en dónde quieres ir, y tu cuerpo te llevará ahí.

¿Qué impacto sueñas dejar con tu trabajo?

Quiero que la sociedad entienda el poder del espacio. Por algo nuestro despacho se llama Space: porque el espacio es la materia prima de lo que hacemos, pero también es parte de lo que somos. Me encantaría que más personas se tomen en serio el entorno que habitan y lo vean como una herramienta para vivir mejor.

¿Cómo defines el éxito?

Para mí, éxito es equilibrio. Tener suficiente, en lo personal, en lo familiar, en lo profesional, y poder disfrutarlo. Una vez trabajé para Michael Jordan en Estados Unidos, y él me dijo algo que se me quedó grabado: “La altura en el básquetbol es como todo en la vida: solo necesitas suficiente”. Lo mismo aplica para el dinero y el trabajo. Definir tu “suficiente” te da libertad para equilibrar tu vida y dejar de correr como ratón en ruedita.

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