Chopard, un aliado de Cannes.
Fotos: Cortesía Chopard
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Chopard: El tiempo es un lujo eterno

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Hay casas que fabrican objetos. Y hay casas que fabrican leyendas. Chopard pertenece a esta segunda categoría: una manufactura suiza que transformó la precisión del tiempo en joyas para la eternidad. Su historia no se mide con agujas, sino con apariciones deslumbrantes en Cannes, relojes que laten como corazones mecánicos, diamantes que flotan como burbujas de champán, y mujeres que no caminan: brillan. Este es el legado de Chopard, la maison donde el lujo encontró su mejor versión.

Es mayo en Cannes. La ciudad se transforma en una pasarela de cine, moda y deseo. Las cámaras giran, los estilistas corren, y los nombres más fotografiados del mundo desfilan sobre la alfombra roja bajo una luz que parece hecha a medida. Pero hay un detalle que se repite cada año con la precisión de un ritual: las joyas de Chopard. Desde hace más de dos décadas, la maison suiza no solo adorna el Festival de Cannes; lo define. Ha convertido cada edición en un escaparate donde el cine y el lujo comparten protagonismo. Sin embargo, la historia de Chopard no comenzó bajo los flashes, sino en 1860, en el silencio riguroso de un taller suizo, donde el tiempo se construía con exactitud y las piezas se pensaban para durar más que una vida.

La precisión como legado

Todo comenzó en 1860 en Sonvilier, un pequeño pueblo suizo donde Louis-Ulysse Chopard, un joven relojero de apenas 24 años, decidió desafiar el curso del tiempo. Con manos meticulosas y una visión clara, fundó su propio taller, especializándose en cronómetros de bolsillo y relojes de precisión que pronto cruzaron las fronteras de Suiza. Su nombre comenzó a circular entre aristócratas rusos y comerciantes bálticos, entre estaciones de tren y palacios.

Lo que hacía únicos a los relojes Chopard no era únicamente su exactitud técnica, sino una sensibilidad artística que se intuía en cada pieza. No eran instrumentos: eran obras. Esa filosofía —que el tiempo debe ser bello además de preciso— se convirtió en la columna vertebral de la casa.

Durante más de un siglo, la casa mantuvo ese perfil bajo y riguroso, centrado en la ingeniería del tiempo. Hasta que, en 1963, Karl Scheufele —joyero y relojero alemán— adquirió la firma con la intención de expandir su alcance. Fue una transición silenciosa, pero decisiva. El savoir-faire suizo se combinó con una visión estética más sofisticada y femenina. Chopard comenzaba a transformarse.

Del taller a la alfombra roja

El verdadero giro llegó con Caroline Scheufele, hija de Karl, quien entró en la dirección creativa con una sensibilidad aguda por la belleza, el cine y las emociones. Fue ella quien diseñó, en su juventud, un primer boceto de reloj con diamantes móviles. Lo que parecía un experimento lúdico se convirtió en una de las colecciones más icónicas de la firma: Happy Diamonds.

“Un diamante es más feliz cuando puede moverse”, dijo. La frase, sencilla, capturó una filosofía entera. Ya no se trataba solo de joyería estática, sino de movimiento, juego, libertad. Las piezas de Chopard comenzaron a hablarle a una nueva generación de mujeres: elegantes, poderosas, con identidad propia. Bajo el liderazgo de Caroline, la maison amplió su portafolio con colecciones como Imperiale, Ice Cube y L’Heure du Diamant, cada una con su carácter y su lenguaje.

Pero Caroline no solo renovó el estilo de Chopard. Le dio una voz. Y esa voz —alegre, sofisticada, segura— encontró en el cine su escenario perfecto.

Chopard y el Festival de Cannes

En 1998, Caroline Scheufele recibió una propuesta del Festival de Cannes que cambiaría el destino de la maison: rediseñar la Palma de Oro, el símbolo supremo del certamen. La nueva versión, realizada en oro ético de 18 quilates y montada sobre un pedestal de cristal de roca, se convirtió en un emblema contemporáneo. Refinada, luminosa, atemporal.

Desde entonces, Chopard ha sido mucho más que patrocinador del festival. Ha sido su joyero oficial, su alma ornamental. Cada año, la firma presenta una Red Carpet Collection de alta joyería, con piezas únicas creadas especialmente para Cannes. No hay actriz que no haya soñado con llevar una de sus creaciones. No hay aparición que no se eleve con un par de pendientes de diamantes, una gargantilla de esmeraldas o un anillo que parece sacado de un archivo de sueños.

Julianne Moore, Cate Blanchett, Léa Seydoux, Marion Cotillard, Rihanna… todas han desfilado por Cannes llevando no solo vestidos memorables, sino también el sello silencioso de Chopard. Un sello que no busca protagonismo, pero siempre termina robando escena.

El lujo con propósito: La era del oro ético

A diferencia de muchas casas que adoptaron el discurso de la sostenibilidad como una estrategia tardía, Chopard se adelantó al cambio. En 2013, lanzó su iniciativa The Journey to Sustainable Luxury, con el compromiso de utilizar únicamente oro 100% ético y piedras de origen responsable.

La colección Green Carpet, creada bajo esta filosofía, demostró que el lujo puede ser bello y justo a la vez. No se trata de estética superficial, sino de valores profundos: trazabilidad, respeto por las comunidades mineras, responsabilidad ambiental. Chopard entendió algo fundamental: que en el siglo XXI, el verdadero lujo no solo deslumbra. También respeta.

Mayo en la Riviera

Ahora, con el telón bajando sobre otra edición del Festival de Cannes, los focos se apagan, los estilistas respiran, los vestidos regresan a sus archivos. Pero hay algo que queda: el resplandor de Chopard. No solo como joya, sino como presencia. Como firma. Como historia viva.

Chopard no solo ha sido testigo del glamour. Lo ha escrito. Lo ha esculpido en diamantes, oro ético, zafiros y promesas. En Cannes, ha encontrado su escenario perfecto. Y en el cine, un espejo donde reflejar lo que siempre ha sido: una maison que entiende que el tiempo —bien llevado— no se mide en segundos, sino en momentos que duran para siempre.

Las piezas que narran una época

A lo largo de su historia, Chopard ha firmado creaciones que ya forman parte del imaginario colectivo del lujo. Piezas que no necesitan presentación, porque dejaron huella en la memoria visual de una generación.

– Happy Diamonds, símbolo de libertad y sofisticación.
– La Palma de Oro, rediseñada para el cine del siglo XXI.
– L.U.C Full Strike, obra maestra de la alta relojería contemporánea.
– Green Carpet Collection, donde la ética viste de gala.
– El collar de esmeraldas de Julianne Moore en Cannes 2013, uno de los momentos más icónicos de la alfombra roja.
– Red Carpet Collection, el desfile anual más esperado de la alta joyería internacional.

Cada pieza es un capítulo. Cada capítulo, una declaración.

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