Mi trabajo diario consta de una constante búsqueda por los mejores lugares en la Ciudad de México, y algunos de estos destacan por ser los más cool del momento. En ocasiones, también mi tarea es redescubrir lugares que, incluso después de algunos meses de su apertura, sorprenden por lo consistente que son sus sabores y lo innovadores que pueden llegar a ser sus menús. La primera vez que conocí Salazar fue hace un año, quizás no más y quizás no menos, cuando, por azares de la vida, recibí una invitación para conocer esta nueva terraza que prometía convertirse en el nuevo it spot de la CDMX. Sin pensarlo mucho, acepté, y desde entonces se ha convertido en uno de mis lugares favoritos. Hoy, casi un año después de esa primera visita, regreso para redescubrir una colaboración espectacular que celebra lo mejor de la gastronomía y el amor por lo inesperado, así como una celebración de uno de los deportes favoritos de nuestro país: la Fórmula Uno.
En realidad, Salazar cumple dos años de vida, y para celebrar invitaron al chef Paul Delrez, quien apareció en el show Top Chef. Delrez creó un menú único que incorporaba una experiencia para celebrar el fin de la Fórmula Uno en la Ciudad de México, del 25 al 27 de octubre. Esta experiencia incluía una serie de platillos especiales que iban desde un tiradito de cayo margarita con ligeros toques de mandarina, echalote, cebollín y pistache; hasta un ramen con soba, miso y rabo cambray; e incluso un pollo frito con un twist inesperado que incluía yogurt, limón y perejil. Yo, personalmente, terminé mi experiencia con una pavlova que tenía una crema —si no me equivoco— de cacahuate, espolvoreada con un poco de azúcar glass. Claro que todos nuestros platillos los acompañamos con una selección de vinos especialmente curada por el sommelier de la casa, quien, aunque no recuerdo su nombre, me ha sorprendido ocasión tras ocasión por la variedad especial de etiquetas que logra recopilar de alrededor del mundo y lo bien que marida cada uno de los platillos con estas botellas.
Al finalizar mi visita, el chef Allan Yáñez, responsable del menú de Salazar, se acercó a saludar a mi mesa, y tuve la oportunidad de conversar un poco con él sobre el recorrido que ha tomado Salazar en estos dos años. Desde sus inicios, el restaurante ha puesto un gran énfasis en presentar platillos que, a pesar de ser sencillos, destacan por la excelente calidad de su materia prima. Cocina de campo, por llamarlo de alguna manera, con un toque comtemporáneo. Salazar trabaja con una serie de productores locales aledaños a la Ciudad de México para asegurar la frescura y excelencia de todos sus ingredientes, y, dos años después, sigue siendo una de mis cosas favoritas de este lugar. Esto, combinado con la increíble arquitectura que contrasta la madera natural con el cemento y ese look industrial de la Ciudad de México, es simplemente el mejor escenario para una comida cualquier día de la semana.
Más de un año después de mi primera visita, Salazar sigue siendo uno de mis lugares favoritos en la Ciudad de México, y de esos spots que sí o sí recomendaría a aquellos aficionados a la comida y al buen vivir, especialmente cuando tienen este tipo de colaboraciones con chefs que traen su propia sazón a la cocina de Salazar y logran sorprendernos una vez más.
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