Originario de Burdeos, residente en Roma, Yann Leto es de esos artistas con los que hacer una entrevista va más allá de hacerle preguntas, es una conversación donde las dos partes están interesadas en lo que el otro tiene que decir. Su pintura, claramente crítica a la sociedad y al sistema, está llena de sutiles mensajes y detalles que añaden significado y profundidad a la obra.
La obra de Yann está albergada en importantes colecciones como el MoMA de San Francisco, la fundación Benetton, la colección Beth Woody, entre otras, además de tener presencia en ferias internacionales como ARCO, ARTBO; Art Amsterdam, Zona MACO y Art Shanghai. Conversamos con él en el marco de “La posibilidad del mundo” su nuevo show en la Galería Karen Huber.

Este es tu primer solo show en México y lo haces de la mano de Karen Huber ¿Cómo te sientes en estos momentos?
México, para mí, ha sido importante a nivel artístico. Obviamente, soy un apasionado de Diego Rivera, de sus murales y de toda esa cara social que podía contener su pintura en esa época. Entonces, esta ciudad me interesa mucho, me interesa estar aquí, participar, y, bueno, también tomar mi cacho del pastel y decir: “Ahí va, pues me toca una”. Tener una exposición individual aquí es muy especial.
Hace un año y medio hice una residencia con Adhesivo, donde se realizó un open studio, también he participado en Zona Maco un par de veces con diferentes galerías, pero este es mi primer show oficial en México, y lo hago con Karen Huber. Este es el segundo proyecto que hacemos juntos; en febrero hicimos ARCO, en Madrid, y después enlazamos con esta exposición.
La galería para mí es espectacular. El equipo es fantástico, y trabajar ahí con un buen equipo que te apoya, que te da su opinión y te ayuda a desarrollar el proyecto de una forma común, es algo que a mí me interesa mucho. Aunque los cuadros sean míos, esto también es de ellos, porque es su sala, la conocen mejor que yo, saben quién vendrá a verla, y eso crea un trabajo en equipo que a mí me interesa mucho.
Por ahora, estar aquí es una experiencia intensa. Esta vez solo estaré cinco días debido a cuestiones familiares, pero cada vez que estoy en México, la experiencia es inolvidable. En otras ciudades donde he expuesto, después de una semana ya casi lo olvido, pero cada vez que vengo a México me acuerdo de todo, de cada momento. Es una ciudad maravillosa.

¿Cómo fue que decidiste dedicarte al arte? ¿Cuándo supiste que querías pintar?
Bueno, la verdad es que fue algo que me atrajo desde pequeño. Aunque no voy a decir que se me daba bien, porque al principio era malo, no era muy buen dibujante. Pero tenía pasión, así que llenaba hojas y hojas dibujando cómics sin parar.
Luego, en la adolescencia, estudiaba en un instituto en Burdeos, Francia, a principios de los 90. En esa época hacíamos fanzines underground, influenciados por toda la cultura americana. Con el tiempo, descubrí que muchos dibujantes empezaban a explorar su arte a través de la pintura, y eso me interesó aún más. Me di cuenta de que podía combinar el cómic con la pintura, y eso me abrió un mundo completamente nuevo. Empecé a investigar, aunque al principio no hacía buenas obras. Mi carrera fue un proceso largo, un aprendizaje constante, como el de muchos artistas.
Cuando decidí instalarme en España, retomé mi pasión por completo. Antes había estudiado Bellas Artes en Burdeos, pero no me gustó la institución, así que dejé los estudios y comencé a trabajar con niños problemáticos en centros sociales. Sin embargo, en España volví a pintar con ganas y comencé a trabajar con galerías en Valencia. Desde entonces, he participado en muchos proyectos y ferias, y aunque mi trayectoria nunca tuvo un boom, fue un camino de crecimiento constante, paso a paso.
Algo único sobre tu proceso es el archivo digital que mantienes como inspiración para tus obras ¿Cómo decides qué guardar en el archivo?
Antes lo hacía con fotocopias, porque no teníamos archivos digitales como Instagram o Facebook. Colgaba en el estudio muchas imágenes que encontraba: cosas aparentemente tontas, como una gallina corriendo por la acera. Cosas que en mi cabeza tenían sentido. Para mí, el proceso creativo no es algo que ocurra únicamente en el estudio. Muchas ideas surgen mientras conduzco, viajo o incluso cuando estoy en un bar. Escribo mucho, y cuando encuentro algo interesante en periódicos, internet o en la calle, lo guardo. Incluso tomó fotos de manera discreta; no suelo pedir permiso porque eso puede complicar las cosas.
Esos archivos son muy personales, y aunque alguien más no entienda por qué los guardo, para mí tienen mucho sentido. Por ejemplo, puedo inspirarme en una persona mirando su móvil, con una expresión que podría interpretarse como horror o sorpresa. A partir de ahí, empiezo a construir la narrativa.
Mi proceso es muy caótico, pero siempre necesito una base visual antes de pintar. No trabajo desde la nada. Incluso suelo proyectar videos o referencias en el estudio para caracterizar a los personajes. Es un proceso de mucha improvisación y exploración, aunque siempre parte de algo concreto.
Cuando hablas de tus personajes, mencionas que suelen estar un poco distorsionados. Me recuerda a lo que se ve en un espejo de agua: sigue siendo un reflejo de la realidad, pero a la vez es diferente. ¿Es como una versión alternativa del mundo?
Lo que intento plasmar es ese loop, ese momento de transición, ese pequeño lapso en el que algo puede cambiar radicalmente o no pasar nada. En mis pinturas hay una sensación de bucle, como si el espectador estuviera ahí durante cuatro segundos, viendo lo que sucede antes y después. Me fascina ese instante en el que todo está en equilibrio, pero podría desmoronarse, puede ser algo catastrófico o tan simple como que alguien derrame café en la mesa, esos pequeños momentos son pura poesía para mí.

Me viene a la mente la película Corre, Lola, corre, donde cada segundo o pequeña acción puede cambiar completamente la historia.
Exacto, no recordaba la película pero así funciona la vida. Siempre pienso: ¿y si hubiera salido antes? ¿y si el coche no hubiera chocado? Mi mente siempre está imaginando estas cosas. Es algo que me influye mucho, como las obras de Lars von Trier o Michael Haneke, quienes exploran cómo la sociedad, aparentemente estable, puede derrumbarse en cualquier momento. Nada está garantizado.
Y esa incertidumbre la vivimos todos los días, no solo en cosas graves, sino también en la fugacidad de la vida moderna, estamos en una hiper-modernidad espantosa. Todo pasa demasiado rápido: una canción está en el top 1 por 10 segundos, una moda de hoy estará obsoleta mañana. Esto se repite en todo. No solo en cosas graves, sino también en la velocidad de la vida moderna.
En esta serie en particular, retrato a personas que deciden rendirse por un momento, dejar de luchar. Afuera puede estar ocurriendo una tragedia, pero el personaje en mi cuadro decide descansar, relajarse. Obviamente, esto no sucedería así en la vida real, pero me gusta explorarlo en mi obra.
Eso me recuerda a lo que plantea Hannah Arendt en La banalidad del mal: cómo la inacción permite que las personas malas hagan cosas malas. ¿Crees que tus personajes reflejan resignación o aceptación?
Es una mezcla. Mis personajes se rinden, pero también son profundamente humanos. Somos frágiles, y a veces necesitamos aceptar las cosas como son. Incluso los activistas más apasionados suelen estar compensando algo en sus vidas. En mi caso, intento equilibrar mi pesimismo hacia la humanidad con esos pequeños momentos de esperanza que nos hacen seguir adelante.
Esos momentos de esperanza, ¿también los plasmas en tus pinturas?
Sí, absolutamente. Tener hijos, por ejemplo, me cambió por completo. Antes descuidaba mucho mi salud, pero ahora quiero estar presente para ellos. Aunque fuera del taller soy una persona bastante aburrida, esas conexiones personales son las que me dan ganas de seguir creando y viviendo.
Si yo fuera uno de los personajes de tus cuadros, ¿te gustaría que reflexionara sobre mi situación o que simplemente lo aceptara?
Mi objetivo es que el espectador pueda verse reflejado en los personajes, aunque no sea exactamente igual a ellos. Trabajo con la improvisación y lo absurdo, lo que me permite imaginar lo que alguien podría ser, no lo que es. Eso es lo divertido para mí, como cuando hablaba del cómic: es un juego imaginativo.
A veces incluso he pintado a mi mujer sin darme cuenta, y en situaciones no muy agradables. Si lo nota, bien, y si no, no digo nada. Mis personajes suelen tener deformaciones caricaturescas, lo que me da la libertad de jugar con sus emociones y expresiones. Aunque muchas de las personas en mis cuadros existen en la realidad —porque las he conocido o fotografiado—, en mi obra se convierten en algo más: una creación de mi imaginario pictórico.
¿Por qué la experiencia personal es tan importante para ti en tu arte?
La experiencia personal es esencial en mi trabajo. Por ejemplo, Manolo Ocampo fue un artista que me marcó profundamente. Su obra, violenta y grotesca, me enseñó a amar la pintura en sus aspectos más complejos y a reflexionar sobre la sociedad.
Mis cuadros son una experiencia social. Si Diego Rivera usaba símbolos para representar a la sociedad, yo traslado esos símbolos a personajes humanos: el payaso, la camarera, el político corrupto. En mis cuadros, monto una especie de teatro con elementos tomados del arte, el cine, el teatro y la fotografía. Es como un teatro de marionetas donde los personajes surgen de personas que conozco, fotos que tomo o imágenes que robo en redes sociales.
A veces puede parecer que soy alguien antisocial, pero las interacciones que tengo en inauguraciones o en mi vida en general son las que me nutren. Aunque, como te decía antes, a veces en fiestas no hablo con nadie porque siento que ya sé quién es cada persona y qué pueden aportarme. Puede parecer radical, pero para mí es una forma de observar y aprender.
Creo que nacemos con ciertas predisposiciones, como la maldad. Pero es la sociedad la que moldea nuestro comportamiento hacia el bien o el mal. Siempre digo que las emociones negativas son más numerosas que las positivas, y por eso hay que estar constantemente luchando para no caer en ellas. Esa lucha contra la depresión, el odio o la envidia es algo que también influye en mi obra.

Entonces, ¿el arte es para ti un espacio de libertad?
Totalmente, el arte es uno de los pocos momentos en los que puedes sentirte completamente libre. Mi pintura puede parecer pesimista, pero yo la veo optimista, creo que hay belleza y paz incluso dentro de la miseria.
Es como leer como funciona todo el sistema de las clases a través de los libros de Kafka, busco que sea un estudio sociológico que disfruto profundamente y en el que trato de aportar mi pequeño grano de arena al arte. Creo que para hacerlo, es necesario exagerar, hacer sátira, incluso caricaturizar nuestras ideas. Si no lo hacemos, todo se vuelve aburrido al final.
El arte debe ser una experiencia de disfrute, tanto para el espectador como para el creador. Es un espacio donde el artista puede sentirse completamente libre, donde la mente puede expandirse sin restricciones. Ya sea en la pintura, en la música o en la literatura, el arte es uno de los pocos momentos en los que puedes experimentar una libertad total. Nadie te dice qué hacer, y eso lo convierte en algo único.
A futuro, me gustaría pintar de manera más libre, sin deadlines ni compromisos inmediatos. Crear por el simple placer de hacerlo y, después de un tiempo, compartir lo que haya surgido.
Siempre he admirado la pintura abstracta. Aunque no creo que sea capaz de hacerlo, me atrae profundamente. Quizás sea porque mi mente está demasiado enfocada en criticar el sistema y las estructuras, pero ese deseo siempre estará ahí.
Qué gran entrevista, muy interesante!