Pagina de inicio The Optics Luis Camnitzer y su exposición en LABOR: Una que cubre la palabra que la nombra 
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Luis Camnitzer y su exposición en LABOR: Una que cubre la palabra que la nombra 

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En su primera exposición individual en México con LABOR, Luis Camnitzer no propone verdades absolutas, sino espacios de reflexión que preguntan al espectador: ¿qué significa pensar entre lo dicho y lo no dicho? 

Esta vida se trata de cuestionar, de reflexionar, de incomodar, de aprender y desaprender, y en el caso de la obra de Camnitzer, educar. Hay personas que de forma inevitable con tan solo una plática pueden cambiar tu perspectiva y tu manera de pensar. Tuve la fortuna de conversar con el artista Luis Camnitzer, sobre su trayectoria, su exposición actual y sus próximos pasos… 

¿Qué lo lleva en este momento a decidir hacer su primera exposición individual en México y qué espera del público mexicano al verla?

Tengo una galería en Nueva York, trabajo mis obras y ellos conectaron con LABOR, así que no fui actor, fui víctima. Tengo mucha confianza en mi galería y muchísima confianza en LABOR ahora que veo cómo trabajan y cómo quedó la muestra, que me parece fenomenal.

En cuanto a qué efecto quiero tener en México, no sé qué decir. En general considero que mi obra es educadora y me interesa que la gente no se quede en la superficie de “qué lindo” o “me gusta / no me gusta”, sino que la obra empiece a desencadenar procesos de imaginación que permitan al público llegar a otras conclusiones, cambiar la forma en que toma decisiones o cómo mira las cosas. A un nivel modesto: no se trata de cambios radicales, el arte a mí me parece muy poco eficiente para el movimiento de masas, pero es eso.

En sus palabras, ¿cómo explicaría el nombre de esta compilación artística?

El título de la muestra viene de una obra en particular que lleva ese título y lo recogieron como hilo conductor. Es un chorrete que tapa un espacio en la frase de abajo, que es el título de la obra, y es esa palabra la que describe esto, pero está tapada. La obra trata de abrir el campo que pasa entre las palabras y salirte de la cárcel del lenguaje, que te obliga a pensar en unidades completas.

¿Cuál es la narrativa detrás de esta exposición con relación a su trayectoria artística?

No hay una narrativa más allá de que yo soy quien soy y la muestra cubre varias etapas. La muestra fue hecha entre ambas galerías; yo la aprobé, pero no fue: “yo quiero esto acá y tal allá”. No es una muestra temática.

Al final, una trayectoria es como un libro. Si me preguntan: “¿cuál es tu obra favorita?”, digo que es como preguntarme cuál es la página que más me gusta de un libro. Sí, puedo decir que hay alguna, pero lo que importa es el libro completo.

En un artista viejo como yo, al final el libro es la trayectoria de la vida de uno, con altibajos, con páginas mejores, páginas que deberían haber sido destruidas o no. No hay una manera precisa de describirla”, comentó Camnitzer.

En sus obras retoma mucho que el poder no solo está en la política, sino también en lo cotidiano. ¿Dónde cree usted que se manifiestan estas relaciones de poder en lo cotidiano y cómo las trabaja?

A mí me interesa mucho la política, pero no me interesa el contenido; me interesa qué logra la obra políticamente. Entonces, un cambio de forma de ver, por ejemplo, para mí es un acto político, no importa a qué partido pertenece o qué ideología representa.

En ese sentido, yo trato de guiar eso en la dirección que a mí me parece progresista y no reaccionaria.

Pero no se trata de que yo declare mi opinión sobre algo, sino de crear una situación donde el espectador pueda empezar a cuestionar lo que está creyendo y llegar a una conclusión. Y ahí el asunto es cómo manipulo al que mira mi obra para que, creyendo que llega a la conclusión por sus propios medios, lo haga de acuerdo a cómo yo lo manipulo”, explicó el artista.

Y esa es una tarea muy difícil, porque quiere decir que si yo hago una obra de “mirar y pensar lo que quieras”, en una de esas ese “lo que quieras” puede estar en contradicción con lo que yo creo. Y no quiero que pase eso; quiero que esté dentro de un ángulo de posibilidades donde haya libertad de decisión, pero que no se pase al campo contrario.

Siendo de Uruguay, ¿qué paralelismos encuentra entre México y Uruguay en cuanto a cómo se vive la política y el arte?

Lo que une a Latinoamérica, en realidad, más que nada, es la resistencia. ¿Qué haces cuando hay un poder externo que trata de controlarte? Para nosotros ese poder es Estados Unidos”, comentó Camnitzer.

Aparte de eso, culturalmente tenemos un idioma que nos comunica, pero llegas a ciertas palabras y a veces tienen el significado opuesto, y se arma lío en la comunicación. Tienes dialectos distintos, raíces indígenas distintas, además mucho más reprimidas o excluidas en Uruguay. Mientras que en México es una presencia no totalmente promocionada pero inevitablemente presente.

Y todo eso cambia: no son países intercambiables. A veces uno se olvida de eso y trata de generalizarlo, como es mi caso con Estados Unidos, porque en realidad es una ensalada de dialectos, de creencias, y son diez países, no uno, atados por ese mito de la nación-Estado y del patriotismo artificial.

Para México, ese patriotismo artificial es sutil, porque es su sistema de defensa, pero no es algo en lo que yo particularmente crea, porque me parece peligroso. En el caso de Uruguay, yo soy un chovinista acérrimo porque no hay peligro de que Uruguay invada a Argentina o a Brasil, entonces es más bien un juego. Para mí, el origen del mundo está en Uruguay. Colón salió de Montevideo hacia España para colonizar Europa, eso es lo que yo le contaba a mis hijos. Es un poco una ironía sobre todo el sistema, pero también una forma de cuestionar todos esos esquemas y mitos que nos imponen.

¿Cuál es el siguiente paso para Luis Camnitzer?

La última obra que hice, que estoy exponiendo en Guadalajara, es la resurrección de Simón Rodríguez. Simón Rodríguez fue maestro de Simón Bolívar, fue un educador progresista, descolonizador, un personaje muy complejo y fundamental para cultivar la opinión mexicana. Él fue el único testigo de Bolívar al liberar a las colonias españolas.

Entonces es famoso por ser el testigo y también por lo que él hizo. Generó el conceptualismo latinoamericano en arte, todo sin que él lo supiera o nosotros lo supiéramos. Creó una base cultural. Entonces, me interesó ver cómo lo resucito para ver cómo nos ayudaría hoy a pensar en esta situación. Para eso utilicé la inteligencia artificial, para crear diálogos imaginarios entre él y distintos personajes.

Esta exposición es una recopilación de más de seis décadas de trabajo. ¿Cuáles son estas nuevas preguntas que le surgen, que lo siguen impulsando y moviendo alguna fibra? 

Hoy lo que me preocupa es qué hacemos con la inteligencia artificial. Lo que me preocupa es que el tipo de imaginación que promueve la inteligencia artificial es una imaginación basada en el pensamiento científico y en información predecible, y que lentamente está ocupando el espacio de una imaginación mucho más vasta, que incluye lo ilógico, lo absurdo, la fantasía.

Eso es importante porque es la parte que nos permite evaluar la otra. En la medida en que esa fantasía desaparezca, estamos actuando como robots. La inteligencia no es el robot, sino nosotros. Me parece fundamental rescatar las humanidades y el arte en la educación general, no para producir artistas, sino para mantener la imaginación integral viva.

Más de seis décadas de trayectoria se concentran en una exposición que no pretende dar respuestas, sino generar diálogos y cuestionamientos internos. Su obra es un campo abierto esperando a ser indagado por nosotros los espectadores. Una que cubre la palabra que la nombra estará en Galería LABOR hasta el 15 de diciembre. 

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