Andrew Birk regresa a la ciudad que fue antes su hogar, la Ciudad de México, para su nueva exposición “Lugar entre lugares“ en la Galería Karen Huber. Regresa como un hombre cambiado por una radical decisión que tomó, mudarse al campo catalán para criar a su familia. Lejos de la metrópoli y de la escena tradicional artística se embarcó en una experiencia de autodescubrimiento como artista que lo lleva a explorar nuevas manera de expresarse, desde ocupar una motosierra hasta un sencillo papel blanco, esto fue lo que nos contó:
¿Cómo te sientes de estar de vuelta con una exposición nueva aquí con Karen?
Emocionado, me fui al campo para empezar una familia y ha sido un proceso muy enriquecedor. Estoy muy feliz de poder volver con mis hijas a la Ciudad de México para mostrarles este lugar. Me fui con ganas de hacer cosas y de construir, y se siente muy bien poder regresar y mostrar lo que he podido construir.
¿De qué se trata esta exposición?
Es una exposición que se forma de tres partes, tres ejes de investigación que salen de mí. Básicamente, el hecho de estar en el campo, en un lugar que por cuestiones de alta cultura normalmente se ve como un espacio neutral. Estando ahí, sin gente, observando procesos naturales, he intentado aprender cómo hacer pinturas a partir de los procesos que veo en el campo.
¿Cómo ha influido la vida de campo en esta exposición?
En términos de materialidad y de tiempo, se mete muchísimo en las obras que están aquí. He estado aprendiendo sobre nueva materialidad y maneras de acercarme a la pintura que nunca fueron accesibles en mi vida urbana: herramientas como la motosierra o telas de paisajismo que normalmente se usan para tapar malas hierbas en el jardín. Tengo muchísimo tiempo para observar los cambios de las estaciones. La gente me decía cuando me fui al campo que estaba quitando mi presencia en el mundo del arte, que no había nada que estudiar ahí, pero ha sido justo lo contrario. Me siento más conectado conmigo mismo y con mis habilidades artísticas que nunca antes. Por ejemplo, si caminas en el campo e inspeccionas las hormigas, hay muchísima información que puedes traer al arte. Mis referencias han cambiado, pero ahora, con mis nuevos ojos de campo, veo huellas, crujidos, migajas para ir construyendo nuevos discursos.
¿Se siente bien estar totalmente aislado?
De cierta forma, sí. Sigo formando parte de esta comunidad, pero en términos de materialidad y las acciones que observo, me siento único. Es interesante verme al espejo sin tener un grupo social para esconderme, sin movimientos culturales, de esta manera puedo ver quién soy realmente, desnudo.
Dentro de esta nueva faceta, ¿qué es lo que más te ha sorprendido de ti mismo?
Cuando nos fuimos al campo, compramos una casa muy antigua que empezamos a reformar. Tenía una hija bebé y no tenía carnet de conducir, así que me movía en bicicleta por los bosques, una hora de ida y una de vuelta. Al principio me sentía incómodo, pensando que si no estaba produciendo arte, no estaba haciendo nada. Pero fue todo lo contrario. Me di cuenta de que absolutamente todo lo que toca mi vida es obra. No tengo que estar pintando o moviéndome para estar produciendo. Eso me quitó la presión de tener que producir de forma intencional todo el tiempo. Las cosas fluyen de mí, no soy una farsa. No manipulo las cosas desde fuera, todo surge de mi experiencia.
En esta etapa de descubrimiento, ¿cómo llegas, por ejemplo, a la motosierra o a los spin paintings?
Toda la obra que hago ahora viene de experiencias verdaderas. Es muy importante que no provengan del campo de la pintura en sí. Compré una motosierra para cortar leña en el bosque detrás de mi casa porque tenemos estufas de leña y me cansé de estar comprar leña todo el tiempo. Al usar nuevas herramientas, un pintor inmediatamente empieza a ver posibilidades. Me gustó usar esa herramienta y tuve que encontrar una manera de pintar con ella. Los spin paintings surgieron de querer mostrarles a mis hijas lo divertido que puede ser un lugar donde no hay nadie más, donde puedes hacer lo que te da la gana. Les mostré el clásico de girar hasta ver estrellas, y al ver el mundo borroso, me funcionaba como una metáfora del mundo girando, de los altibajos, de los intentos y los fallos. Era la forma más rápida y directa de hablar de un tema profundo.
Hablando de movimiento, ¿Qué significa el movimiento para ti?
Siempre he estado relacionado con el movimiento físico por el deporte. Ese no es el fondo intelectual clásico del mundo del arte, que suele venir de la filosofía, el teatro o campos más formalmente vinculados al arte. Yo siempre he llevado un cuerpo fuerte, un poco fuera del molde artístico, y durante años intenté hacerme ver más pequeño para disimular mejor. En los últimos años, tras conseguir una casa y vivir muchas cosas, me he dado cuenta de que esta es mi herramienta más defendible por lo que debo aprovecharla completamente. Toda mi obra tiene algo físico y siempre termina involucrando mi cuerpo de distintas formas para obtener diferentes resultados.
¿De qué trata la instalación de los dibujos en papel?
Mi madre es maestra y en casa siempre tuvimos cajas de papel blanco. Es el papel que más me gusta: democrático, accesible y barato. Lo he usado para plasmar ideas y no olvidarlas, porque tengo una memoria horrible, como el personaje de la película Memento. Llevo por lo menos diez años sacando muchísimos dibujos que funcionan como un diario cotidiano. Estos dibujos empezaron como una parte secundaria de mi arte, mientras la pintura era la principal, pero cada vez que llegaba a una pintura que necesitaba avanzar y no sabía por dónde, dibujaba los futuros posibles hasta encontrar el que me gustaba. Con los años, me he dado cuenta de que es aquí donde me siento más honesto.
¿Qué aprendizaje te llevas de esta exposición?
Que absolutamente cada cosa que nos pasa en la vida y cada lugar donde estamos nos ofrece formas de responder, de limpiarnos, de soportar la vida y de superar sus desafíos. El arte, aunque tiene su lado comercial y puede generar agencia y necesidades, tiene un lado más puro que da razones para seguir con los ojos abiertos cada día. Cada vez que despierto, escucho pájaros y camino en el campo, estoy buscando algo. Esa búsqueda me da la razón para seguir despertando, el arte no es solo pintar cosas bonitas y colgarlas en una pared; es una razón de ser.
¿Cómo sientes que esto te llevará a tus próximas obras? ¿A dónde te gustaría llegar?Ahora siento la confianza de que cada idea absurda que tengo puede convertirse en algo glorioso. Cada vez tengo más confianza. Aunque llevo unos años alejado de la gente y me siento un poco incómodo socialmente, sigo mis instintos incluso cuando no hay nadie apoyándome. Tengo muchas ideas locas que no tienen que ver con lo que hago ahora, pero tengo la certeza de que cualquier cosa que haga será un nuevo eje que sale de mi fuego interno. No tengo que justificar que estén conectadas, es cuestión de abrir el cerebro, y cualquier cosa que salga estará basada en mi experiencia. Tengo muchísimas ideas, no puedo contestar específicamente, pero es cuestión de confianza: partir de lo más pequeño, como un dibujo, hasta manifestarlo en el espacio real, y suele salir más bonito de lo que esperaba. Los dibujos de esta exposición salieron exactamente como los imaginé. Este proceso puede llegar al extremo que sea, lo más importante es que son pequeños, baratos, sin restricciones. Me dejo ir completamente y puedo llegar a rincones de mi cerebro que no sabía que existían, así que cuando encuentro algo, lo sigo.
La exposición estará abierta hasta el 2 de Julio
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