Mientras escribo este texto estoy reuniendo fotografías para poner por primera vez en un altar en mi hogar porque este Día de Muertos se siente mucho más. Y no voy a mentir, mientras tanto, se me escapa una que otra lágrima al recordar a quienes ya no están.
Lo he dicho siempre, me considero muy afortunado por la vida que he tenido y, ante todo, por la gente con la que comparto y he compartido. Asimismo, he tenido la fortuna de no haber tenido tantas pérdidas de seres queridos hasta el momento. Claro que ha pasado de forma natural que hay quienes por la edad se van, pero aún así han sido pocos.
Recuerdo el año pasado haber sentido por primera vez que el Día de muertos cobraba un nuevo sentido para mí, pues en aquel entonces experimenté concientemente la pérdida de un ser querido: mi abuela materna, y aunque me gusta pensar que no se fue del todo, pues me quedan sus recuerdos, sus consejos, sus chistes, su cariño y su risa grabada por siempre en mi memoria, la realidad es que la ausencia sí se siente. Pasar por el que fue su hogar y saber que allí ya no está o tener su número guardado con una foto juntos y saber que ya no va a contestar, es entonces cuando la ausencia no solo se siente sino que duele.
Este año viví la pérdida de otro ser querido: mi tío. Y aunque no voy entrar en detalles de temas personales por respeto a mis familiares, puedo confesar que es una pérdida que me ha costado mucho más, pues me ha dolido el dolor de mi gente; el saber que mis primos perdieron a su padre, que mi hermana perdió a su tío y que mi mamá perdió a su hermano. Entonces sí, claro que duele y mucho.
No obstante y aunque me permito llorar y sentirlo todo cuando lo siento necesario, la realidad es que mi personalidad tiende a lo positivo y elijo ver el lado lindo. Y sí, es inevitable que al ver sus fotografías y recordarlos no se me escape una lágrima, pero por sobre todas las cosas, sé que estas son de felicidad y de agradecimiento por todo lo que viví con ellos.
La vida sigue significando todo lo que siempre ha sido, tanto como cada una de las personas que ya no están con nosotros siguen teniendo ese lugar especial en nuestra vida, en nuestro corazón y en nuestra memoria. A todos aquellos que ya no están -que agradezco que sean pocos y espero que no se sumen más en mucho tiempo-, me gusta llamarlos por su nombre, me gusta platicarles cómo me siento, me gusta reírme de los recuerdos que tengo con ellos, me gusta pensar qué me dirían en un momento dado, simplemente me gusta sentirlos cercanos y encontrarlos a cada paso.
Hoy celebro el Día de Muertos porque sé que llevo conmigo un pedazo de cielo y amores que resultan más que eternos. Hoy elijo sonreír y recordarlos así, porque es la forma de vivir y seguir más feliz. Hoy sé que aquellos que ya no están, no se van del todo y los invito a acompañarme siempre.
A todos aquellos que están atravesando o han atravesado por una pérdida como tal, además de acompañarlos a la distancia en estos momentos, les deseo que se reencuentren con cada uno de ellos por medio de recuerdos, de detalles y de momentos, porque cuando un amor es verdadero es eterno, ya sea en la tierra, en el cielo o en cualquier lugar del universo.
Y sí, conforme vamos creciendo puede que el Día de Muertos duela cada vez más y nos haga extrañar un poco más, pero también es un momento para honrar, recordar y agradecer a todos aquellos que ya no están, pero que dejaron en cada uno de nosotros algo que no se va y no se olvida nunca más.
A mis seres queridos: gracias por tanto, los llevo conmigo, los honro y los amo.
¡Que nos volvamos a ver!