Pagina de inicio Editor's Choice A título personal: “Si no te gusta lo que ves en el espejo, ríete, quizá te va a empezar a gustar un poco más”
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A título personal: “Si no te gusta lo que ves en el espejo, ríete, quizá te va a empezar a gustar un poco más”

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En los últimos años desde que era adolescente he librado cientos de batallas contra mi mente en cuanto a mi cuerpo de refiere. Y aunque cada vez peleamos menos, reconozco que a la fecha es una guerra que no he podido ganar.

Esta nunca ha sido una situación de riesgo, sin embargo sí ha sido una constante con la que a momentos he tenido que enfrentarme y otras tantas simplemente hacer las paces.

Durante varios años mi rutina de todos los días comenzaba viéndome al espejo para calcular mi peso (y en ocasiones criticar mi aspecto) para luego pasar a la báscula y corroborar aquel número que a veces motivaba y otras tantas lastimaba. 

No fue sino hasta un día durante un viaje, que mientras una mujer del staff del hotel me explicaba ciertos detalles de la habitación, me dijo: “y si te quieres hacer daño durante tu estancia, aquí está la báscula”. Lo cierto es que bastó con esas palabras para que al volver a casa me deshiciera de la que allí tenía.

Tiempo después, al llegar diciembre y por la naturaleza de la época entre tantas comidas y cenas noté que había subido de peso, sin embargo no podía corroborarlo pues ya no tenía una báscula en casa. No voy a negar que durante un par de minutos me llené de un sentimiento de frustración e insatisfacción sin embargo este cedió para luego pensar: “por hoy es y eres suficiente”. Me atrevo a decir que aquella ha sido de las muestras de amor propio más grandes y especiales que he tenido.

En la actualidad, cada vez son menos aquellos pensamientos, sin embargo sé que es una guerra sin final, una que no siempre voy a poder ganar. Es quizá un recordatorio de la fuerza que tiene nuestra mente, es saber que hay ideas que no son fáciles de dejar pasar y heridas que cada tanto dolerán.

En el mundo, 1 de cada 50 personas experimenta trastorno dismórfico corporal, mientras que cerca de 7 millones de personas viven con desórdenes alimenticios, es decir que el 9% de la población global sufre de ello y muchos lo hacen en silencio. Yo he sido parte de esta estadística.

Crecí viendo en el espejo un reflejo que nunca fue suficiente. Y aunque muchas veces fue la gente la que me dijo que sí lo era yo no pensaba de la misma manera. Y es que cuando una idea vive en nuestra mente, por mucho que diga la gente y que queramos pensar diferente, esa idea sigue latente y muy presente.

En lo personal, reconozco que en ocasiones es una motivación o una forma de sentirme “mejor”, otras tantas es una forma de castigarme por creer no merecer lo que me toca, o quizá es simplemente un grito de ayuda silenciosa. Sea cual sea la razón, es una guerra que no siempre he podido librar, pero lo que sí he conseguido es llevarla más en paz. Es saberme suficiente de cuerpo y mente. 

Y aunque ya no se habla tanto del tema, para mucha gente este continúa vigente siendo una guerra personal y silenciosa. Por ello y para todos aquellos que se miran al espejo y no les gusta su reflejo, quiero invitarlos a luchar, a aceptarlo y abrazarlo cada vez más, a saber que nuestro aspecto no nos define, que tenemos cualidades que van más allá del físico y ante todo, a reconocer que por hoy hacemos lo suficiente para mantenernos de pie y solo por ello hay que agradecer. Quiero invitarlos a seguir y resistir sabiendo que hay heridas que están y no se irán, así como hay guerras que no siempre vamos a ganar, pero no por ello vamos a dejar de luchar. 

Y si nada de ello es suficiente y si no te gusta del todo lo que ves en el espejo te doy un consejo: ríete, quizá te va a empezar a gustar un poco más.

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