En un mundo donde más de 8 mil millones de personas existen, ¿cuál es la probabilidad de coincidir con alguien? ¿Qué nos hace encontrarnos con ciertas personas en momentos específicos de nuestras vidas? Algunas llegan solo para acompañarnos un tramo, otras se quedan, y todas nos enseñan algo: nos hacen reír, nos hacen crecer, nos enseñan a soltar. Incluso años después, algunas vuelven a aparecer, recordándonos que ciertas conexiones no se olvidan.
Siempre nos dicen que si la vida no quiere que vuelvas a ver a alguien, ni aunque vivan en la misma calle lo harás. Pero luego están esas personas que sí aparecen: por destino, por azar, por sincronía. Y cuando eso sucede, las cosas cambian. Porque coincidir implica más que estar en el mismo lugar al mismo tiempo: implica encontrarse, reconocerse y quedarse con algo de ese momento.
Cada encuentro es una oportunidad: para reír, para reflexionar, para aprender, para soltar. Algunas coincidencias son breves; otras marcan toda una vida. Pero todas dejan huella. Eso es lo que convierte coincidir en un verdadero arte: estar presente, aprovechar el instante y aceptar que algunas personas llegan exactamente cuando deben.
No solo se trata de amor romántico. A veces son amistades que cambian tu forma de ver el mundo, mentores, compañeros de viaje o incluso extraños que dejan una marca. Por eso vale la pena estar abierto, sin resistirse. No se trata de controlar los encuentros ni de buscar la perfección en cada relación. Se trata de aprovechar cada coincidencia que el destino nos regala, de reconocer a las personas correctas en el momento correcto y de dejar que su presencia transforme tu vida.
Foto: @gildahaus_
Deja un comentario