Pagina de inicio The Interview Alejandra Navarro: una historia de gastronomía y resiliencia
The Interview

Alejandra Navarro: una historia de gastronomía y resiliencia

12

Alejandra Navarro es, objetivamente, una de las mentes y manos más talentosas del rubro en México, no solo como mujer sino como mente creativa. Tuve la oportunidad de conversar con la Chef, quien encabeza la cocina de Botánico, sobre su trayectoria e historia de vida. A pesar de que es una de las chefs más reconocidas en el mundo gastronómico, la finalidad de esta plática no era solo conocer su trayectoria profesional sino tener una conversación íntima, sobre una de las luchas más difíciles por las que una persona puede atravesar en su vida: el cáncer de mama.

Cuéntame un poco sobre ti, ¿Cómo empezó tu formación y cómo nace tu pasión por la cocina?

Yo quería ser diseñadora, pero en ese momento mis papás me dijeron que sentían que todavía no estaba segura de qué quería estudiar, entonces que mejor me quedara en mi casa “sin hacer nada”. En realidad, mis papás buscaban darme una actividad y esa fue encargarme de hacer la comida. Siempre me había gustado cocinar y ver a mi mamá, pero nunca lo había hecho yo realmente, hasta que eso pasó. Fue lo mejor que me pudo ocurrir. Me dormía emocionada pensando en qué iba a preparar de comida al día siguiente.

Recuerdo cuando mi familia se reunía y disfrutaban algo que yo había hecho con mis manos. Ese sentimiento me marcó y pensaba quiero hacer esto toda mi vida. Y la verdad es que hasta la fecha lo sigo sintiendo”, comentó la chef.

¿Cómo nace la idea de Botánico?

Trabajé muchos años en Quintonil. Amaba el lugar, pero ya estaba cansada y quería hacer algo propio. Un amigo me dijo que tenía un proyecto pero les faltaba chef, y que creía que yo era la ideal para liderar la cocina. Me habló de Botánico, que en ese momento todavía seguía en planes y sueños. Vine a ver el lugar y me atrapó desde el primer momento, la gente, el espacio, la magia. Siempre relaciono la comida con algo más, y sentí que este espacio era ese “algo más”. Así nació Botánico, pensando siempre en nosotros y en lo que nos gustaría ofrecer a nuestros amigos si vinieran a nuestra casa. Nos enfocamos en la comida, el espacio, la música, los cócteles y las sobremesas. Queríamos un lugar donde la gente pudiera quedarse horas a comer, celebrar, disfrutar, bailar. Yo venía de fine dining, donde todo era estructurado y silencioso, y en Botánico quise lo opuesto, que fuera un lugar vivo, festivo y cercano.

¿Cómo plasmas tu esencia en los platillos de Botánico?

Creo que en los toques femeninos y pienso que Botánico tiene mucho de eso desde el espacio. Mi comida refleja el amor que le pongo al equipo y al proyecto. Yo sí creo que las mujeres tenemos un toque diferente, y no sé ustedes me dirán, pero creo que se sienten en cada plato, cada uno tiene un toque más fresco, más sutil. No sé exactamente cómo se plasma, pero se siente, sobre todo en la alegría y el amor que inyectamos a los comensales y al lugar.

¿Cómo es un día en tu vida como chef de Botánico?

Es padrísimo, no me podría dedicar a otra cosa. Demanda mucho trabajo, organización y concentración. Me despierto, trato de meditar aunque sea 5 minutos, hago ejercicio y reviso pendientes. Luego, llego al restaurante en la mañana y lo primero que hago es saludar y ver cómo están todos. Y aquí me quedo todo el día. Y, aunque seguimos rutinas precisas, por ejemplo, todos los días a las 12:20 tenemos junta con el equipo y a la 1:00 abrimos puertas, todos los días son diferentes y siempre surge algo diferente.

Es demandante, pero me encanta. Requiere estar con todos los sentidos despiertos y muy concentrada, pero es lo que más disfruto.

Para ti, ¿cuáles son los infalibles del menú?

Me encanta la ensalada de jitomates, que justo refleja nuestra frescura y el protagonismo del producto. El jocoque, que me encanta porque es para picar entre todos. Los mejillones con papas, que están desde el día uno y nunca los vamos a poder quitar. Y la ensalada César, que aunque nos gustaría renovarla, la gente no nos deja quitarla. Esos cuatro son los más icónicos.

En estos 4 años, ¿cuántos cambios ha habido en el menú?

Muchos. De la mano de mi socio, Ernesto, nos encargamos de hacer los cambios. Nunca cambiamos todo de golpe, pero cuando un plato nos enfada lo quitamos, o si hay productos de temporada metemos uno nuevo. Tenemos un formato con todos los platos que han existido, y vamos rotandolos quitamos, metemos o regresamos alguno de años pasados.

Pasando a tu historia personal, ¿cómo fue tu diagnóstico de cáncer? ¿Qué fue lo primero que pasó por tu mente cuando te enteraste?

Tenía 29, estaba por cumplir 30. Yo soy muy intensa, tengo el problema de estar todo el tiempo trabajando y buscando hacer cosas. También me presiono mucho a mí misma con mis tiempos. Cuando me diagnosticaron, lo primero que sentí fue miedo.

Es una enfermedad que siempre escuchas que es muy sufrible. Pero más que nada, lo que me dio miedo fue frenar; frenar mi carrera y no poder seguir haciendo lo que me gusta, porque en verdad me apasiona mucho”, dijo Alejandra.

Eso fue lo primero que les preguntaba a mis doctores: “¿cuánto tiempo voy a frenar?”. Y ellos me respondían que el tiempo que fuera necesario, que eso era lo menos importante. Pero para mí sí era muy importante. Creo que esa parte fue lo más difícil.

¿Cómo impactó este diagnóstico en tu vida y en tu carrera?

Siento que en ese momento no me di cuenta de cuánto me estaba cambiando pero es que es muy cliché que te cambia la vida, como que todo mundo te lo dice y yo nunca lo noté.  Yo pensaba que a mí no me está cambiando nada, que seguía siendo la misma. Pero hoy, que ya puedo decir que terminé, entiendo que sí te cambia un poco la manera de ver las cosas.

Yo era la reina del FOMO, no podía perderme nada en Botánico. Lo que más trabajo me costaba era sentirme muy mal físicamente, pero al mismo tiempo querer estar presente. La gente me decía que en ese momento eso no era lo importante, pero para mí sí lo era. Ese sentimiento de querer estar en otro lugar era muy fuerte. Hoy, después de dos años, creo que eso ya se terminó un poco. Aprendí que tienes que priorizarte, priorizar tu tiempo y entender que hay momentos en los que puedes y otros en los que no. Que la salud es lo más importante, aunque suene cliché porque todos lo dicen. Pero realmente lo entiendes cuando vives que no puedes ni caminar sola y necesitas que alguien te ayude. En ese momento piensas: “órale, sí, si me quedo sin trabajo toda la vida no importa; lo importante es poder pasar esta etapa”.

¿Cómo cambió tu relación con la cocina?

Fue una pausa por completo. Tuve que detenerme y delegar muchísimo, confiar en que nadie es tan indispensable; la vida puede seguir sin ti, incluso en el proyecto más grande que tengas. Botánico seguía aunque yo no estuviera, quizá de otra manera, pero seguía. Fue una pausa muy grande, pero también un refugio muy bonito, porque sabía que este lugar me estaba esperando para cuando yo me sintiera un poco mejor.

Las quimios que me dieron eran muy fuertes y me tumbaban por completo un par de días. Pero apenas empezaba a sentirme mejor, lo primero que hacía era venir a Botánico. Ver a mi equipo era lo más importante, abrazarlos, sentir el espacio tan bonito, y decirme a mí misma: “échale ganas, apúrate, porque te están esperando”. Ellos me lo hacían saber todo el tiempo. Me llegaban mensajes de cómo me sentía, de que me estaban esperando, y eso fue muy lindo. Ahora que ya estoy de lleno otra vez, veo que mi equipo me inyectó demasiado amor. Fue precioso, siempre recibía mensajes y me daban mucha fuerza. A veces venían a verme, o yo iba, y siempre sentí ese apoyo. Fue un refugio muy, muy bonito.

¿Cómo ha cambiado la Ale de hace un año hasta el día de hoy?

Siento que sigo siendo igual de acelerada, pero ahora me tomo más tiempo para mí. Antes no sentía que debía hacerlo, y ahora sí. Suena muy cliché, pero en serio valoras muchas más cosas.

Recuerdo perfecto el día que iba con mi hermano cuando me diagnosticaron. En mi hospital hay una cascada, y mientras esperábamos para saber mi diagnóstico, bajamos a verla. Te lo juro que todavía tengo ese sonido del agua presente. Creo que, de otra manera, nunca hubiera visto ni escuchado algo así de bonito.

Ahora, cuando me pasan cosas lindas, siempre me detengo. Pienso en la gente que se enfermó igual que yo y que no pudo vivirlas. Siempre me pregunto: “¿por qué yo sí estoy viviendo esto bonito?”. Aunque sea algo tan simple, como ver el nido que está en uno de los cactus del jardín de Botánico, hasta esas cosas me hacen pensar que la vida es bien bonita y hay gente que ya no pudo ver esto. Eso te hace verlo todo de otra manera. Antes, obvio, vivía cosas padrísimas y decía qué padre esto que estoy viviendo pero ahora sí digo qué fortuna que la vida me dejó vivir esto. Y también pienso en la gente que no pudo, porque hay mucha gente que no. Es horrible, pero a la vez es muy lindo entender que cada cosa que vivas, aunque sea pequeña, es importante.

Incluso con las cosas malas pienso que van a pasar, que son temporales. Y con las cosas buenas igual, van a pasar. Entonces hay que aprovecharlas, ver lo que están viendo tus ojos y sentirlo.

Por último, desde tu experiencia y testimonio, ¿qué mensaje te gustaría compartir con quienes atraviesan lo mismo que tú viviste?

Primero, que si sienten la confianza, me busquen. Al inicio recibes demasiada información, googleas todo, yo cometí ese error, y eso genera miedo. Desde mi experiencia, puedo compartir algo más real.
Segundo, que son muy fuertes, a pesar del miedo, lo van a lograr, el tiempo va a pasar y la enfermedad va a terminar.
Tercero, que se rodeen de amor. En ese momento eres muy vulnerable y necesitas alimentar tu espíritu con cosas y personas que te hagan sentir bien. El amor es de lo más importante en el proceso.

Y, por último, a quienes no lo están viviendo, hay mucha gente que nos necesita. No basta con ponerse una playera rosa en octubre. Hay que preguntarse qué más podemos hacer. El dinero que se necesita es enorme, y duele pensar en quienes no tienen el privilegio de acceder a tratamientos. Desde donar un poco al mes hasta apoyar organizaciones o casos específicos. Yo muchas veces pensaba que si un día no iba a trabajar, no pasaba nada. Pero hay mujeres que, aun sintiéndose muy mal, tienen que tomar transporte público, ir al hospital y después regresar a trabajar porque sostienen a sus familias. Eso fue lo que realmente me cambió la perspectiva. Hay quienes se mueren porque no tuvieron el recurso o sufren demasiado porque tienen que seguir trabajando mientras se tratan.

No quiero quedarme atorada en el episodio de “tuve cáncer”, pero sí creo que me tocó vivirlo para poder ayudar”, comentó Alejandra.

Con ojos llorosos y un nudo en la garganta terminó la plática con Ale. No queda más que darle las gracias por compartir su historia y permitirse ser vulnerable para todos aquellos que se atreven a leer su testimonio. Una entrevista que ha marcado un antes y después en mi vida y que sin duda nos recuerda la importancia de la prevención, la resiliencia y de poner nuestro granito de arena para ayudar a los que están pasando por una situación similar.


Deja un comentario

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Publicaciones relacionadas

ARTEria: el arte que late por la vida
The Interview

ARTEria: el arte que late por la vida

Octubre se pinta de rosa con ARTEria, una exposición colectiva que entrelaza...

EspañaThe Interview

Úxía: Lucía Caraballo nos cuenta todo sobre su personaje en Animal

Lucía Caraballo revela cómo se preparó para interpretar a Úxía en Animal, su...

The Interview

Lety Sahagún y Ashley Frangie: por el gusto de cuestionarlo todo

Hace siete años, ellas tenían tantas dudas que nos las quisieron regalar....