París fue testigo de una despedida histórica. Con su colección de Alta Costura Otoño-Invierno 2025, Demna Gvasalia presentó su último desfile para Balenciaga, cerrando una década que transformó la Maison.
El venue tuvo un significado especial, se presentaron los looks en el antiguo departamento y atelier original de Cristóbal Balenciaga, restaurado con interiores en color crema de los 60’s. El mismo espacio donde en 2021, Demna reintrodujo el Haute Couture a la Casa tras más de medio siglo sin haber presentado. Un lugar cargado de historia, convertido ahora en símbolo de cierre y celebración.
El show que honró a Demna a Balenciaga y a todo lo que se construyó durante estos diez años, fotografiando los looks en distintos lugares de París, ciudad en donde empezó su carrera. “No podía hacerlo mejor que esto”, dijo el Diseñador Creativo, demostrando que este gesto fue dejar todo el corazón y esfuerzo sobre la pasarela.
Esta colección fue más que una muestra de técnica, fue un manifiesto sobre el cuerpo, la memoria y el amor al arte de la confección, interpretando la obsesión de Demna de la Era de Oro de Hollywood.
La alta costura es la excelencia de la profesión, y ese nivel de atención a detalle se manifestó en cada sutura y corte. Prendas construidas con la precisión de una escultura, piezas termoformadas hechas a medida que logran ser suaves y estructuradas al mismo tiempo. El corset, como punto de partida del atelier, no restringió, sino que estructuró. La idea fue no contener al cuerpo, sino exagerarlo.
Uno de los gestos más radicales fue la serie de nueve trajes napolitanos, sin hombreras, modelados por body builders. “No es la prenda la que define el cuerpo, sino el cuerpo el que define la prenda”, dijo Demna.
Las proporciones extremas de los modelos desafiaron a los artesanos, quienes moldearon, cosieron y prensaron cada pieza a mano. Los trajes fueron creados en colaboración con sastres sicilianos bajo el método tradicional napolitano (corte directo sobre la tela, sin patrón), aportaron autenticidad a esta Maison contemporánea.
Siguiendo la naturaleza y principios del couture, todo fue hecho a la medida. Cada pieza es única. No hay estandarización ni posibilidad de industrialización. Con esto, la artesanía es llevada al extremo, pero sin perder la conexión conceptual con el presente y el giro de Demna.
La joyería, cortesía de Lorraine Schwartz, la diseñadora neoyorquina de nicho, quien fue inspirada por el amor de Elizabeth Taylor por las gemas. Los broches florales fueron elaborados por Maison Lemarié y William Amor utilizando papel de seda desechado del taller.
No podía faltar un accesorio statement que robara el show. Los abanicos, réplicas exactas de dos modelos originales de Duvelleroy del siglo XX. Cubiertos con hojas de organza negra, bordadas con lentejuelas en espiral, marcos de carey y mecanismos de plegado intactos, en blanco y negro. Un gesto de archivo intencional y también íntimo, incluyendo el motivo floral que evocó al mantel de la cocina de la abuela de Demna. La historia nuevamente reinterpretada y más relevante que nunca.
La pasarela cubierta de alfombra color crema absorbía el sonido, los modelos de distintas edades, cuerpos y nacionalidades desfilaron con una actitud solemne, interrumpidos únicamente por la música de BFRND. El soundtrack hizo sonar las voces de todas las personas del equipo de Demna diciendo sus nombres. La atmósfera era contenida, casi fúnebre, un estilo muy marcado por el Director Creativo.
El último look, una figura envuelta en un vestido blanco nupcial sin costuras en forma de campana, mangas largas y cuello alto, totalmente cubierto en encaje francés blanco guipur. La modelo Eliza Douglas, amiga de la Casa y del diseñador que ha estado presente en todas las temporadas pasadas. “El vestido escultórico minimalista representa todo lo que esta casa defiende”, menciona Demna.
Pocos diseñadores han tenido el alcance cultural de Demna. Fue nombrado Director Creativo de Balenciaga en 2016, tras pasar por Maison Margiela, Louis Vuitton y fundar su firma, Vetements. A lo largo de su carrera, convirtió objetos ordinarios, como Crocs, bolsas de Ikea y sneakers rotos en objetos de deseo y controversia.
Lo que comenzó como una sátira cultural, una crítica al sistema de valores y tendencias se transformó en un fenómeno comercial. Balenciaga se convirtió en una de las firmas más relevantes y disruptivas de la época.
En esta ocasión, fue el estudio de los códigos de vestimenta de la burguesía que sirvieron como punto de partida de la inspiración de la colección, reflejado en la sastrería gótica y monumental con cuellos dramáticos.
En los últimos años, Demna regresó hacia lo esencial. Alejado de las tendencias virales, puso el foco en su verdadera fuerza: el diseño. Esta colección final refleja esta intención. Un retorno al arte de la confección, al corte, a la forma.
En tiempos donde la alta costura se vuelve cada vez más sobre el show y ruido en redes, Demna eligió el silencio. Escogió el arte del oficio. Dejando que hable sola su obra maestra.
El legado en Balenciaga será recordado por la provocación, el volumen y la constante redefinición del uniforme. Más allá de las controversias y las siluetas extremas, Demna deja un mensaje importante en su último show de alta costura.
Democratizó la alta costura no haciéndola accesible, sino legible. La acercó al cuerpo, al gesto, al detalle. Y en ese momento final, con la búsqueda interminable de una perfección imposible, continuó definiendo el ethos de Cristóbal Balenciaga.
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